Enrique Sánchez Sotelo
Fútbol es fútbol, y no un engaño
Querer ganar es muy lícito, bien sea en una empresa, en un juego de mesa, en una competición deportiva... donde sea.
Intentar hacerlo con trampas ya no, ¿verdad?
El otro día vi una final de un campeonato de fútbol -ya todos saben de qué partido se trata- y vi a un jugador -que también imagino que saben quién es pero que no quiero señalar porque esto no se trata de un ataque a su persona- que hasta por dos veces fingió ser golpeado por su oponente en la cara, con el ánimo de que éste fuese expulsado por el árbitro.
Imagino que por la cabeza de este individuo pasaría la idea de dejar al equipo contrario con uno menos y así poder obtener más fácilmente la victoria final, pero, ¿pasó también por su cabeza que su oponente es un compañero de profesión? ¿Que éste había trabajado, sufrido, sudado la gota gorda para llegar hasta donde estaba, igual que él? ¿Que después no podría ni verle a la cara por semejante traición al espíritu del deporte, del compañerismo?
Quiero pensar que no lo pensó. Quiero pensar que simplemente fue una estupidez fruto del agotamiento y del momento.
Sin embargo, lo que me parece más grave, es que los propios comentaristas del partido no criticasen esa acción, que el propio árbitro, que le recriminó con un dedito, no lo castigase como es justo (acción antideportiva: tarjeta), o que la propia organización del evento (UEFA) no lo castigase a posteriori, al menos.
Da la sensación de que se permiten demasiadas cosas alegando que eso es fútbol, que es de pillos, de listos, etc.
No señores, el fútbol es de pillos, de listos, pero no de malos compañeros de profesión, de timadores, de gente sin escrúpulos ni conciencia. Eso es diferente.
Desde aquí le mando una tarjeta roja a esos periodistas, árbitro y competición.