Antonio Berengua
Desde el Instituto de Pontevedra de aquel entonces y de siempre
Con ocasión de recibir el pasado 7 de Febrero la medalla de San Raimundo de Peñafort hice alusión al Instituto de Enseñanza Media de Pontevedra, "nuestra casa" y a Don José Filgueira Valverde como vivo en el recuerdo.
Hoy la mención honorífica que le otorga la Real Academia Galega nos llena de satisfacción, y empleo el plural porque somos cientos de alumnos los que tuvimos la suerte de educarnos con Don José insigne polígrafo y sobre todo maestro. En efecto, con pocos años aprendimos a elaborar un diario al que según las dotes de cada uno se añadían ilustraciones y a seleccionar de la biblioteca el libro de nuestro gusto.
Pero hay que aludir al coro del Instituto en el que se formaban aquellos más dotados para el canto y que conllevaba el conocimiento de los pasajes musicales seleccionados y de gran belleza, que todavía en nuestra reunión del mes de agosto de antiguos alumnos por alguno del coro, se cantan.
No quedan más atrás los conocimientos de la cuaderna vía, de los incunables, de valorar los lugares comunes o ubi sunt, así como aquellos gráficos que en la literatura permitían encuadrar en una época la visión teocéntrica o antropocéntrica de la vida y en esta última el Renacimiento como un cambio en la historia del pensamiento y de las artes y sin olvidar el aprendizaje de medir los versos como el endecasílabo de Garcilaso que Don José solía preguntar, quizás pocos centros de enseñanza puedan hoy decir algo así.
Por demás hay que sumar el conocimiento de la historia de la literatura a través de sus creadores, y en especial de los clásicos pues sin ánimo exhaustivo siempre encontraremos el talento de un Lope de Vega con una vida de dificultades y el de un Góngora con un ambiente refinado que le permitiría zaherir al primero, y de ahí el texto "por tu vida, Lopillo, que me borres..." que si bien pudiera ofrecer discusión podía atribuirse al segundo y de estas cosas se hablaba en clase con el profesor mencionado y tambien de la aceptación en el lenguaje de tirar a puerta, creo recordar, "a la remanguillé" que era como decía y hacía un alumno del equipo de balonmano y que es uno de tantos otros ejemplos de procurar una clase participativa.
A lo anterior hay que añadir que el Instituto fue campeón nacional de gimnasia, que contaba con comedor escolar así como con un periódico "Teucro" con una cofradía y cada año se recitaba el repertorio de Paul Claudel en Santa Clara y nada más ni nada menos que eran los años cincuenta, algo verdaderamente impensable y a buen seguro que insuperable.
El Instituto contaba con unos extraordinarios profesores pero sin duda alguna nada sería posible sin el creador de todo el plan educativo que era Don José Filgueira Valverde que a la docencia unía sus obras de erudito entre las que elijo la de Camoens que examina la magia de las palabras saude saudade que nos enlaza con Portugal.
Es por eso que Don José permanece vivo en el recuerdo y con las sencillas y entrañables palabras de "gracias profesor" quiero sumarme a su distinción académica, que es un agradecimiento mínimo por lo que nos enseñó.