Bernardo Sartier
El arzobispo insuficiente
Decía mi abuela -la pobre-, que hay siete clases de tontos. Por más que la urgíamos a desglosarnos la tipología tontuna ella rehusaba, como si fuese un secreto valiosísimo e incompartible.
No sé si el arzobispo emérito de Pamplona que se ha referido a los homosexuales como seres aquejados de una deficiencia podría ser subsumido en alguna de aquellas siete categorías, pero, qué duda cabe, méritos parece haber contraído. Primero porque muchos de sus compañeros clérigos serían, siguiendo su razonamiento y en esa particular lógica, deficientes, y refiriéndose en esos términos a ellos el monseñor demuestra muy poco compañerismo; segundo, porque puestos a señalar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, muchos de esos "compays" lo serían pero en el subtipo agravado, o sea, muchos de ellos serían (son) pederastas; y, tercero, porque deficiente solo puede ser, intelectualmente hablando, aquel que tilda de deficiencia lo que no es más que diferencia.
A ningún biennacido se le ocurre calificar de tara el comportamiento de alguien por su inclinación por las personas del mismo sexo, lo que, además, me parece incompatible con la moral cristiana. Juzgar a alguien por sus tendencias sexuales semeja muy poco caritativo ¿o no era de la doctrina católica aquello del "no juzguéis y no seréis juzgados"?. Cuando me hablan del Papa Paco como una suerte de revolucionario teológico, como alguien que va a abrir las ventanas y a sacudir las alfombras vaticanas me entra la risa floja, porque el Papa Paco es el responsable de nombrar al lumbrera este cardenal (ya puestos podría nombrarlo cabo furriel de Torquemada).
Si este es el viento renovador y progre de la iglesia que nos viene, apaga y vámonos. No contento con su afirmación y a fin de dotarla de apoyatura sólida, el cura en cuestión pone un ejemplo, la hipertensión. Y dice acto seguido "que él, que es hipertenso, hace lo que puede por corregirla". Y que los homosexuales deberían hacer lo mismo. Reparen. "Hace lo que puede. Por corregirla". Sin embargo, a pesar de esos intentos, muchos controles de tensiómetro le saldrán al monseñor hechos unos zorros. Es decir, su naturaleza es esa. Pues con los homosexuales pasa exactamente lo mismo, que su querencia sexual no coincide con la del obispo y que no pueden evitar sentir como sienten -ni falta que les hace- porque cada uno es dueño de sus deseos y apetencias si con su satisfacción no daña a otros.
A mí no se me ocurre decir que un hipertenso o un diabético son "deficientes", y por tanto y a "sensu contrario" me espeluzna que un servidor de dios lo haga al hablar de los homosexuales. Me espeluzna, no me extraña, porque la Iglesia, institución carca donde las haya, gusta de poner en la picota el sexo y todo lo que lo rodea. Si hubiera dicho "no me gustan los maricas" lo seguiría considerando igual de disparatado pero al menos habría que reconocerle sinceridad. Pero disimula su homofobia con un eufemismo, que es la forma más pedestre de la hipocresía.
Recemos para que el mosén no recomiende lobotomía o electroshock como terapias de la homosexualidad. Veamos. Insuficiencia, desde el punto de vista moral, es que la Iglesia haga negocio con un banco o una cadena de radio; que muchos de sus integrantes prediquen y no den trigo o que un obispo alemán se construya una rectoral que vale un potosí en vez de canalizar su importe a ayudar a los menesterosos. Esas sí que son auténticas insuficiencias morales, éticas y, si me apuran, estéticas. Para esto, que nombren Papa a Gallardón, que total...
Coda imprescindible (por incumplimiento de compromiso de no comentarme) a mi "armariofílico" "tuitero" e impenitente lector Don José María, al que no le gusto nada pero que me lee siempre (conviene que se lo haga mirar): agradezco sus declaraciones de amor, pero no insista. No puedo corresponderle. Mi corazón pertenece a otra persona. ¡Ah! no es "adorar la píldora", como con franca incorrección consigna en su égloga, sino "dorar". Y de faltas mejor no hablamos, que usted me pilló a mí una discutible mientras que yo le cacé a usted cuatro indisculpables ¡en un texto de ocho renglones!. Y descuide, que yo no voy a pensar, como pueden hacer otros que hayan leído su comentario, que a determinados "tuits" los adorna la cobardía. No lo haré aunque yo identifique mi libertad de expresión con nombre y apellidos. Y usted no. A ver si tiene lo que hay que tener -que no lo tendrá- para decirnos quién es y en qué trabaja. Como yo hago. Quede con su dios.