Manuel Pérez Lourido
¿Y la canción del verano?
Ya es oficial: hemos pasado el verano sin canción del verano. Ya la canción del verano tiene bastante de disparate como para cometer el disparate de pasarnos un verano sin ella. Después de esto, ¿qué será lo siguiente? un Septiembre sin Feira Franca, la reapertura al tráfico de Reina Victoria... todo empieza a ser impredecible. Aún más, es decir.
Ya ultimamente se producían señales de que iba a llegar este cataclismo musical. Se aceptaban como canción del verano productos como el Despacito de Luis Fonsi, Despechá de Rosalía o Quédate de Quevedo (estas dos últimas compartieron el trono el verano pasado), que no sabe uno si son canciones o qué son. Pertenecen a un estilo que, qué quieren que les diga: Shakira hace cuatro o cinco de esas de un día para otro. De hecho las hizo, a golpe de rencor.
Además, la canción del verano, de toda la vida, tiene que tener un punto hortera. Ahí está Georgie Dann (qepd) o King África o La mosca Tse Tsé de Yo romperé tus fotos. Parece que este verano no se acabaron de conjuntar los elementos para que triunfase un tema digno del título, por más que Leticia Sabater, un año más, lo intentase con todo su empeño. Los requisitos de horterada y letra horrenda los cumplía con creces, pero se ve que no es suficiente.
La canción del verano es más importante de lo que usted se piensa, porque luego sirve para recordar los distintos veranos. Menuda mierda de objetivo, dirá usted con razón, pero es un objetivo que va de la mano con el esfuerzo artístico invertido por el autor/intérpetre de la canción.
Un verano sin escuchar a todas horas una patochada hasta que se te instala en el cerebro y te descubres tarareándola mientras disfrutas de lo que sea con lo que disfrutes en el verano, es sin embargo un alivio muy a tener en cuenta. Por apocalíptico que resulte.
Teorizando un poco, que no deja de ser gerundio, podríamos aventurarnos a decir que la imposibilidad de definir un tema musical como canción del verano es un signo más del paradigma posmoderno que caracteriza a estos tiempos. Nuevos y salvajes, como anunciaron Ilegales. Tiempos en que la amplísima oferta musical hace casi imposible que una simple canción sea venerada por una gran mayoría. Unido a la supresión de ese concepto "gran mayoría" al haberse fragmentado significativamente no solo el universo musical sino las audiencias. Quien quiera puede escuchar lo que desee hoy en día. Así no hay canción del verano que valga. Nin falta que fai.