Bernardo Sartier
"Os de meu abuelo"
Conocida mi opinión sobre las comunidades autónomas, instituciones prescindibles pues el Estado español ya se estructuró territorialmente de modo muy sólido mucho antes de su malhadada creación (mera concesión a los nacionalismos que supuso un desaforado incremento del gasto) parece justo decir que hay unas mejor gestionadas que otras. La nuestra, Galicia, puede ser un ejemplo de lo primero, un paradigma de austeridad y cierta eficacia, sobre todo si la comparamos con la Cataluña de Más, que no tiene ni para pagar a los boticarios.
Dicho esto, convendría evitar lo que sobra, y a ello debería aplicarse la Xunta, su asesoría de imagen -si la hay-, su gabinete de comunicación o aquel -o aquellos- a quienes correspondan sus políticas informativas. Y eso que habría que evitar es ese tufillo autolaudatorio, esa superioridad comparada y arrogantemente neocentralista que destilan sus ruedas de prensa del Consello de los jueves, o, sin ir más lejos, sus notas informativas. Supongo que esto funciona como legítima defensa, como una suerte de contrapeso ante una oposición echada al monte y que sacude de lo lindo. Puede entenderse. Pero con todo y con eso, se les va la mano.
Yo, que soy un espectador compulsivo de informativos y un voraz lector de prensa, empiezo a estar hasta las pelotas del asunto. Especialmente de la Televisión de Galicia. Conecten un Telexornal: nuestra comunidad autónoma siempre está un punto por encima de la media nacional (en lo que sea), un porcentaje (el que sea) sobre el resto del Estado (en cualquier cosa) y, sobra decirlo, somos campeones en ahorro de gasto público. Punteros en turismo y pioneros en políticas de fomento de la cultura, la red autonómica de comunicaciones es la mejor del mundo mundial.
Hemos erradicado (o estamos a punto de hacerlo) el feísmo urbanístico, las listas de espera sanitaria son irrelevantes y la banda ancha llega a cualquier recuncho intramuros del Padornelo. Tal es lo que se extrae, en conclusión, de los informativos de la Tele galega, que no desaprovecha una queimada para hacernos sabedores de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Conecten una Telexornal, alejen a los niños y abstraídos y atentos comprobarán que no les miento. Luego, claro, el día a día pone las cosas en su sitio. Por tanto, reconocimiento a lo que son datos objetivos, es decir, una aceptable gestión que no hace mucho ha obtenido el beneplácito de la mayoría de los gallegos, perfecto; pero menos autobombo: las buenas obras se venden por sí solas, y es que el personal no es gilipollas.
¿Saben a qué me recuerda esta política informativa pueril y narcisista? pues a un chiste de mi infancia que aún recuerdo. Uno en el que un inglés, un francés y un gallego compiten por ver quien tiene el abuelo más alto del mundo. Y va el inglés que dice "mi abuelou más alto, coger aviones con mano". Y la concurrencia acojonada. Y entonces va el francés y larga "abuelo mío más alto que tuyo, inglés: a abuelo mío se le congelaba meo porque orinaba por encima de nubes". Y cuando la peña piensa que ya hay ganador, aparece nuestro paisano que, mirando al francés con retranca le pregunta "mira una cousiña, meu rei: ¿cando teu abuelo mexaba por riba das nubes¿non notaba una cousiña, así como blandiña, na cabeza?", y va el francés que recuerda las batallitas que le contaba su abuelo y que, en un alarde de sinceridad, responde "sí", y entonces que va el gallego y, mirándolo con ternura, casi con compasión que le suelta "pois iso blandiño, iso, eran os collóns do meu abuelo".