Tribuna Viva
En defensa de D. Pablo Carou, párroco de Lérez
Alguien me dijo un día que para que el mal triunfe basta que los buenos no hagan nada, pues bien, creo que no es justo lo que le están haciendo a los últimos párrocos de Lérez. Ya D. Crisanto decía que Lérez ni es ni corte ni cortijo, a pesar de todo supo estar con sus parroquianos que tanto le quisimos e intentamos estar con él hasta su final. No es grato ver como fueron pintadas las esquelas del aniversario de D. Crisanto el pasado mes de junio, hasta en la muerte no dejan en paz a los difuntos, qué triste, serán la parte del cortijo de Lérez.
Desde el fallecimiento de D. Crisanto estuvo colaborando de manera desinteresada activamente D. Pablo Carou, muy apreciado por D. Crisanto y seguro que lo quería de sucesor, pues bien, su buen hacer se vio tapado por las personas que no ven más allá de su perfección, somos humanos y como humanos que somos no somos perfectos (perfecto sólo es Dios), los sacerdotes cometen errores porque también son humanos y nuestro deber es defenderlos por encima de todo y saber perdonar. Sí, si ellos perdonan en nombre de Dios, se confiesan y necesitan del sacramento de la reconciliación, nosotros debemos de hacer lo mismo, tener los pies en la tierra pero la cabeza en el cielo.
Debemos criticar menos, ver no tan solo los defectos de los demás, sino las virtudes, qué es mejor de esa persona, todos cometemos errores pero no podemos sentenciar ni juzgar a una persona por un error, no sería cristiano ni tampoco de justicia.
Yo soy de D. Pablo, D. Pablo es de Cristo, y Cristo de Dios.
Parroquiana de Lérez