Rafael FJ Rios
La noche del cazador
Charles Laughton nació el último año del siglo XIX en una pequeña población de la costa este de Inglaterra, al norte, en las comarcas del Yorkshire. La actividad marítima y pesquera centraban la economía de Scarborough mientras que el ferrocarril acercaba los visitantes a este lugar de la costa cuya mayor atracción era la Scarborough Fair - ¿vas a la feria de Scarborough? Perejil, salvia, romero y tomillo…- el castillo, las colinas, el puerto, el navegante descubridor Cook, la pesca y sus factorías: pesca de la ballena y de grandes atunes de más de 600 libras de peso... Sus padres se dedicaban a la hostelería en esta población siempre pujante pero un tanto apartada de las regiones del sur británico y, como hijo mayor de tres hermanos, enseguida planeaban dedicarlo al negocio familiar.
Parece que Charles dejó sus estudios con 16 años, así que sus padres lo enviaron a aprender el negocio hotelero a Londres, al extraordinario Hotel Claridge’s. La I Guerra Mundial supone un paréntesis: en cuanto lo licencian, decidido a dedicarse al teatro, se marcha definitivamente en 1925 a la Royal Academy. Laughton trabajará incansablemente en su aprendizaje llegando a conseguir una medalla como el mejor de la carrera e inicia su camino profesional.
La Europa occidental de entreguerras está llena de talento, libertad y felices encuentros, ingredientes de la creación. Lejos de los nuevos zares totalitarios que han puesto sus botas al pié de los Urales, otras comienzan a marcar el paso en mitad del continente, justo en el país europeo que había alcanzado su mayor nivel cultural.
Un director y escenógrafo teatral y de ópera ruso, nacido en Venecia por la actividad artística de sus padres, y más tarde nacionalizado británico, Mr. Theodore Komissarjevski (ay, el zarato) que había trabajado como productor y director teatral en Moscú hasta 1919, cuando el temor a ser arrestado por la policía secreta comunista le hizo escaparse a París, y luego a Londres, será el que introduzca a Laughton en diversas obras de la extraordinaria cultura teatral rusa -El Inspector del Gobierno, de Nicolai Gogol- y especialmente las escenificaciones de Chejov con las que se popularizó el autor en Inglaterra: El jardín de los cerezos, Las tres hermanas, El gran amor… Llega su primer papel como protagonista en una obra de Arnold Bennet, Mr. Prohack, en la que trabaja con Elsa Lanchester que sería su esposa en 1929.
Sólo cuatro años después, un tal Sándor László Kellner, de familia judía húngara, va a dirigir la película por la que Laughton recibe el Oscar: La vida privada de Enrique VIII. El que será Sir Alexander Korda se había escapado a París y luego a Londres en donde va a dirigir a Laughton en otro segundo film, el extraordinario Rembrandt de 1936. La segunda guerra hizo que Laughton retome lo que ya hacía en su vida civil: leer en voz alta clásicos de la literatura, lo hacía para sus amigos y ahora lo hace en los hospitales leyendo a los soldados convalecientes. Las dramatizaciones las realiza también en programas de radio.
La actividad del matrimonio Laughton y Lanchaster en EEUU los va a convertir en ciudadanos americanos y el actor retoma actividades de su primera época: clásicos del teatro con jóvenes aficionados y actores, entre ellos estará Shelley Winters, la joven madre protagonista de nuestro film. Las veladas literarias de Laughton se retoman para hacer giras por todo el país, gracias al emprendedor Paul Gregory, el que será el productor de su película.
En 1953 se publica una novela que estaba basada en un hecho real: un tipo fué ahorcado en 1932 por el asesinato de dos viudas y tres niños en una pequeña población del estado de Virginia occidental, escenario que transcurre a lo largo del Ohio River Valley (oh-hee-yoh, buen río, gran río, en idioma indio seneca) que nace al sur del lago Erie y desemboca en el gran Mississipi entre los estados de Illinois y Tennessee.
Laughton se pone a trabajar febrilmente con el novelista David Grubb porque a los 55 años ha decidido ponerse detrás de la cámara. Crea una atmósfera participativa con los que serán sus ayudantes, es la creatividad el señuelo con el que se puede aplacar el entusiasmo de Laughton.
La primera vez que se encontraron Laughton y el que será su fotógrafo en la película Stanley Cortez en el hotel George V en París -se conocían, sabían uno de otro…- nos lo cuenta este último: el diálogo está acompañado de saludos, amistosos apretones de manos y sentimientos de mutuo respeto que darán origen a una relación de muchos años.
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¿Así que eres el nuevo cinematógrafo que va a resolver nuestros problemas con la fotografía? Bien, estoy encantado de encontrarte, gran bastardo.
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Muy feliz de encontrarte, gordo hijodeputa (you fat S.O.B. = son of a bitch)
Habían coincidido en la realización de una película en la que ambos tomaban parte y Cortez cuenta en sus memorias como Laughton le enseñó París como no lo harían los franceses, vió París con sus ojos y ahí pensó que Charles sería un buen director. Cortez califica al actor y director Laughton como absolutamente brillante, artista sensible, una fuente de inspiración. A su alrededor el punto de vista que sobrevuela cualquier asunto es la creatividad y en sus primeros contactos Cortez comprueba que llegué a ser el estudiante y Charles el profesor. No desde un punto de vista técnico, pero sí desde un punto de vista filosófico. Sus reflexiones y sentimientos como actor y escritor -porque era también un excelente escritor- tenían un gran sentido cultural, un sentido del buen gusto.
Para la preparación del film Charles estudió a… ¡D.W.Griffith! Un tipo que hizo cientos de películas de cine mudo con las que entró en la historia del arte, pionero en muchos aspectos del montaje y que ha puesto los fundamentos del cine moderno. Laughton vió con Cortez muchas películas de Griffith y cuando el comienzo de la filmación era inminente reunía a su equipo en la piscina de su casa en Hollywood para concebir el film tal como Laughton pensaba. Entre ellos estaba también James Rufus Agee que escribía el guión. Agee tuvo una corta vida, pero una larga experiencia vital. Entre lo más relevante podemos citar su licenciatura en Harvard, su inmediato trabajo en los campos de trigo de Nebraska, las semanas de Alabama con el fotógrafo Walker Evans (Algunos hombres famosos) y guiones de muchas películas, entre ellas La Reina de África de John Huston. Consigue el premio Pulitzer por Una muerte en la familia y muere durante el proceso de posproducción de La noche del cazador. Otra colaboración en el guión -no era frecuente, pero sucedía, no aparecían en los títulos de crédito- fue la del mismísimo Blake Edwards, llamado por el productor Gregory para tratar el guión a partir de escenas que ya existían.
Otro asunto muy importante en la película es la música. Y no sólo la música como acompañamiento, sino que incorpora letanías religiosas, cantos tradicionales, sonidos naturales… Sin música la película se quedaría sin tempo, las escenas están punteadas no solamente por la concepción musical del director Walter Schumann, sino por las intuiciones del propio Cortez, de gran formación musical. Incluso podemos contar con la terrible letanía del gran Mitchum , Robert Mitchum el Predicador, el actor que ocultaba su otra gran pasión -además de whisky, humo y mujeres-, la música. Poseedor de una colección de más de 1.500 discos de música clásica, capaz de tocar varios instrumentos, saxo, guitarra, teclados… Y el extraordinario disco de Calypso. Is like so… Mitchum sentado sobre la mesa de un garito tropical, ron añejo a su vera junto a una morena belleza y arriba ventilador y hojas de palmera. Deborah Kerr que rodaba con él en Trinidad y Tobago decía de Mitchum que tenía un enorme conocimiento musical y sentido del ritmo. No había pasado una semana en Tobago y ya dominaba las canciones con sus ritmos complicados”.
Con la escena tremenda del coche y la viuda dentro del río, Laughton se mostraba nervioso y en determinado momento se volvió inquisitorialmente hacia Cortez, se sentó y comenzó a machacarlo.
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Stanley, ¿qué infierno estás haciendo?
De una manera maravillosa para el trance le contestó Cortez:
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Ninguno de tus condenados negocios, Laughton
Laughton insistió y Cortez le dice que está pensando en una pieza musical. Inmediatamente Laughton como un resorte, lleno de furia, pero sibilinamente azucarado le pregunta:
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Y, te ruego querido, ¿puedo preguntar qué música es?
Cortez le responde:
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Se llama Valse Triste
Laughton se echó atrás, hizo una larga pausa, y a continuación bramó:
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¡Condenado! ¡Qué razón tienes! Tiene que ser un vals.
Es así como una pieza orquestal corta del finlandés Sibelius escrita e interpretada en 1904 toma cuerpo en una de las escenas más características de la película de Laughton, llevado en la secuencia bajo el agua. La pieza de música que interpreta Schumann es parte de una saga que tiene lugar en un cementerio pasado un minuto después de la medianoche. Los huesos llegan a vivir y a danzar en una pura burla de la vida… cuestión que Mitchum iba realizando con su particular danza entre el Amor y el Odio.
Laughton, Cortez y el productor Gregory trabajaron durante algunos meses sobre Los desnudos y los muertos de Norman Mailer, pero el proyecto se interrumpió en la que podría ser la segunda película que habría dirigido pero que nunca se llevó a cabo. En su lugar, en 1962 se estaba dejando bigote para interpretar a Moustache en la película de Irma la Dulce con el gran Billy Wilder. No pudo ser, la Muerte vino a visitarlo: había enviado la enfermedad de avanzadilla.
Sé de algún profesor que la pasó en clase y al final los alumnos estallaron en aplausos. Como el cine es un arte total, La noche del cazador es válida para despertar todo tipo de entusiasmos, en todo tipo de artes, en cualquiera de las edades. El río de la vida.