Teresa Casal
Lembranzas: camposanto
Las dos cosas que eran obligatorias en el día de difuntos o Todos los Santos, nunca sé cual es antes, eran visitar el cementerio con toda la familia y ver en la televisión única el Tenorio.
La visita al camposanto la hacíamos a primera hora de la tarde, íbamos andando, claro. Pontevedra de aquella era mucho más peatonal que ahora por necesidad, sin que nadie nos convenciera de las ventajas de no usar el coche. Sencillamente pocos tenían coche. Se paseaba por el cementerio parando donde había enterrado un pariente o un amigo. La visita más larga era en el panteón donde estaban los abuelos, allí las madres limpiaban, cambiaban las flores secas por otras frescas y olorosas, sí las flores olían y muy bien, por cierto, después de llenar los jarrones con el agua de una fuente que había a la entrada del cementerio, trabajo que solían nacer los niños mayores. Durante el tiempo que estábamos allí, siempre ocurría algo, la tía Teresa desaparecía y por más que preguntábamos por ella, nunca nos decían adonde había ido. Mucho tiempo después me enteré que iba a rezarle a un novio con el que se iba a casar mucho tiempo atrás y se le murió en los brazos de un fulminante ataque al corazón. Durante toda su vida cumplió con ese ritual. Cuando ella murió una amiga se encargó de ponerle en sus manos una amarillenta foto de aquel novio que ella había conservado guardada en un bolso.
Lo más divertido de estas visitas era cuando, mientras las madres limpiaban, los chavales nos dedicábamos a correr por todo el cementerio y salíamos fuera, rodeábamos el muro y llegábamos al cementerio civil. Sólo veíamos la tapia pero nos parecía que aquel lugar estaba rodeado de misterio, una especie de sombra de lo desconocido, nos asomábamos por alguna de las grietas de la puerta y nos sobrecogía la austeridad, la falta de ornato y de luz y siempre pensábamos que allí había algo prohibido, pecaminoso, algo que los niños no debíamos saber. Tiempo después fue la propia tía Teresa la que nos enseñó y explicó que allí descansaban los restos de hombres y mujeres no creyentes, suicidas o, simplemente republicanos y "desafectos" al régimen, como antes se decía, en un intento de mantener separado en la muerte lo que en vida había sido imposible mezclar. Ese afán por decidir aquí lo que Dios haría en el más allá es algo que duró mucho en nuestro país, la indisoluble unión entre poder civil y religioso presidio los cuarenta años de dictadura y a "los malos" ya los mandaban directamente al infierno con sus enterramientos fuera de sagrado.
Pasado el tiempo siguiendo la tradición, me he acercado a esa parte del cementerio, ahora sin tapias ni muros divisorios y para mi sigue teniendo un halo de misterio, de lugar sagrado, a pesar de querer representar todo lo contrario, me impresiona y sobrecoge más que la otra parte, quizás será porque ahora conozco las historias de algunas personas cuyos restos reposan allí y, son historias llenas de amor, de solidaridad, de entrega a los demás y a los ideales que profesaban en vida.
De vuelta a casa. siempre había castañeras vendiendo unas deliciosas castañas asadas que nos calentaban las manos y un poco también, el corazón que, quieras o no, notaba el frío del recinto que acabábamos de dejar. Y por último el segundo rito del día: Ver en la tele la versión que tocaba del D. Juan Tenorio. Reconozco que me gustaba mucho y llegué a saberme de memoria partes del diálogo ente el burlador y la ingenua Dª Inés. También tengo que reconocer que casi nunca llegaba a ver el final, el sueño me vencía antes, además la parte del convidado de piedra era lo que menos me gustaba.
Así que terminaré esta lembranza con la frase de D. Juan, al principio de la función, cuando, enojado por el ruido de la taberna, decía: "Cuán gritan esos malditos, pero mal rayo me parta si, en acabando esta carta, no pagan caro sus gritos". En mi caso los gritos provienen de los afectados por las preferentes que se manifiestan camino de la sede de NCG, con más razones que nadie para hacerlo, así que ni se me pasa por la cabeza protestar, sino apoyarlos todo lo que pueda.
2.11.2012