Marisa Lozano Fuego
El color de la carne
El color de la carne es mudo, es a veces desesperado, sabe violeta, sabe a grito, a destrozo e insumisión. El color de la carne es pálido, sabes, cambia cuando la aprietas, duele cuando la llamas puta, sangra si le haces luz de gas. El color de la carne es tenue, es mentiroso y es falsío…se confunde con maquillaje, nadie ve la herida a la luz.
El color de la carne es húmedo y tumefacto si es violada, solo hacen falta unos whiskies y unos oídos sordos al no. El color de la carne es dulce, provocativo, culpa nuestra, claro, siempre culpa de ella, la carne es tentadora, sí. Le voy a decir lo que pienso, Señoría, de su ideología, le voy a decir lo que siente una carne cuando arde así. La de Juana, y la mía, y la de todas las que ardemos, con un bofetón, un insulto, con un aullido o un temor.
Un carne que se infecta, que se desgarra porque es alma, los coágulos se envenenan, se le suicida el corazón. ¿Tienen ustedes esa carne, Señorías, burocracia? Díganme cómo les duele cuando les revienta la piel, cuando les tiran la comida al suelo o les controlan el teléfono, cuando les roban la cartera para que el vicio pueda comer. Díganme cómo se sienten cuando les miran como a objetos, cuando les desgarran el tuétano, cuando duele y da asco besar. Cuando se sienten tan pequeños que todo el universo es grande, que se ahogan en una lágrima, que se asfixian en un por qué.
Sí díganme, porque esa carne es la misma que está en peligro, carne de niños y de niñas que se crean en la maldad. Niños y niñas magullados, que aprenderán que un tortazo, un insulto o vejar a madres es una letal religión. Al margen de patologías, un violento no cambia manchas, un violento repite jugada, con sus vástagos lo hará. Es mejor, sí, por supuesto, poner remedio cuando es tarde, asegurémonos entonces, certifiquemos autopsias, oh, sí. Esa carne no va a levantarse para clamar por la esperanza, para defender su verdad, para prender velas ni luz. Nuestra carne será suicida, aunque sus ventrículos latan…estamos hablando de venas, estamos hablando de amor.
Amor roto, amor tronzado, dignidad hecha confeti. Señoría, soy, somos Juana, abrazo su carne y su voz. Y si su madre tiene venas, y si Usted conserva latido, salve a la carne que palpita, una carne como la de usted. Carne joven que no ha de ser pasto seco de esos buitres, esos que nos roban arterias, carne inocente y animal, carne humana, carne latido, por moldear y por hacerse, carne pupila de caricias… No seamos Maestros de Horror…Nuestra carne es una y es nuestra, carne de fiera insumisión, carne de todas las promesas que nacen en torno a una piel. Aquí le dejo mis cartílagos, un poco de antebrazo y cuello, con esta carne no se juega, esta carne es Fuego Belial. Y si usted no salva esa carne, y no protege a esas criaturas, estará ofendiendo mi carne, la carne de todo mortal. Y en sus sueños vendrán los brazos descarnados y vengativos de las inocencias sangrantes que no se atrevió a rescatar.