Cristina Ogando
Donde mueren los sueños
Cuando tengo que hacer trámites burocráticos me suelo acordar de una escena de Asterix y Obelix en los que ambos tenían que entrar en un edificio de Roma y conseguir un formulario en específico. Estos, acaban volviéndose locos con la de vueltas que da la burocracia y se cagan en todos los Dioses existentes.
Me encanta recordarla, porque es verdad.
La burocracia es un santo invento del diablo que se inventó para colocar a muchos funcionarios en una silla detrás de un mostrador, cuya mayor diversión es hacerte sufrir. A veces me pregunto, si no son conscientes de la importancia de los que papeles que tramitan. Puede ser una beca que salve tus estudios, la obtención de una herencia o la matrícula de tu máster. Para ellos un papel que no corre prisa. Para ti, la cosa más importante que estarías haciendo en ese momento.
Lo peor, no es solo la lentitud exasperante que el sistema ha impuesto para la resolución de según que cosas, porque bien que se tramitaron leyes en días cuando convenía. Lo peor, son las personas. Del mismo modo que no se pueden poner a incompetentes a gobernar un país, no puedes colocar a un inútil detrás de un mostrador a realizar tareas organizativas tan grandes. Porque es jugar con tus sueños, esperanzas, ilusiones y tu futuro.
Pondré un ejemplo.
Como estudiante, soy una vil esclava de una cifra que supedita casi todas mis opciones laborales. La suelen llamar media. Son dos números de nada por el cual la universidad decide si entro en el máster que quiero, si se me da una beca o si puedo acceder a las prácticas de empresa que solicité.
Sobre esto último, también es lo más reciente, me gustaría explayarme.
Verán, somos muchos alumnos los que pedimos prácticas para unas determinadas empresas con un número de plazas limitadas. La competición entre compañeros está al orden del día y nuestra arma es la nota media que obtuvimos al final de nuestras respectivas carreras. El problema viene cuando la bruja de la burocracia y la funcionaria de turno, coge nuestras armas y las encoge o aumenta a gusto del consumidor.
Así es como este año, muchos nos encontramos con medias absurdamente más bajas que en la realidad o aumentadas hasta rozar una matrícula de honor. ¿Cómo es esto posible? Bueno, la funcionaria utiliza la mítica excusa de Homer Simpson del “yo no he sido” alegando que es un problema informático del sistema de la universidad. No voy a negar que la secretaría virtual da mucho por culo, pero en cuestiones de medias que llevan, en algunos casos, años fijadas, es difícil de creer.
Es en momentos así cuando uno solo puede recurrir a la desesperanza, los lloros y la impotencia. O también a la reclamación y a los gritos. Me gusta más esa opción.
En cualquier caso, querría resaltar con que facilidad se puede jugar con tus sueños en una sociedad donde todo tiene que pasar por las manos de un funcionario con pocas ganas de trabajar. Un nombre mal, o un sello mal puesto y olvídate de lo que quieres. En mi caso serán unas prácticas en una editorial. Un sector bastante hermético cuya única oportunidad para acceder a él era esta. Y se me escapa de las manos como la arena. Puede que para ustedes sean otras cosas, pero el sentimiento es el mismo.
Total y absoluta impotencia. Y ganas de gritar.