Vicente G. Rivas
Los manifestantes cometen errores
En más de una ocasión he sido crítico, muy crítico, con la clase política. Creo que desde hace años es incapaz de estar a la altura de las circunstancias y esto lo paga y sufre la ciudadanía. En más de una ocasión he puesto nombre y apellidos a quienes considero principales responsables de este desaguisado en el que se está convirtiendo el país y, por extensión, también al continente (porque los malos políticos se dan en todos los países). Sin embargo, también alguna vez he señalado que lo de la generalización no sirve, o mejor dicho sí, pero precisamente para señalar a aquellos cuya incompetencia es manifiesta y se plasma en el desarrollo de políticas que sólo perjudican al ciudadano medio. Con la actitud que mantenemos de expandir a todos los representantes de la res publica el halo de la sospecha, damos más vida a quienes en realidad sí han hecho de la corrupción, el nepotismo y de las prácticas más deplorables su medio de vida, y siempre a costa de los demás.
¿A qué viene esto? A lo que el sábado pasado se pudo ver en la manifestación que recorrió las calles de Madrid y la posición que mantuvieron algunos de los que allí estaban con quienes, ocupando cargos, bien públicos, bien en los órganos de dirección de su partido, ahora o en el pasado, intentaban con el gesto de acudir a la marcha mostrar su apoyo. Si a quienes respaldan las protestas los echamos por 'pertenecer a tal o cual partido político' entonces ¿para qué sirven estas acciones en las que participan/participamos decenas de miles de ciudadanos?
Cuando alguien busca notoriedad con actos populistas, sin duda, no lo hace acudiendo a una manifestación a sabiendas de que pueden ser expulsados, como sucedió hace unos días y, con anterioridad, en la movilización de Rodea el Congreso. Desde luego no voy a ser yo el que haga el papel de abogado del diablo pero la presión ejercida este sábado contra dos políticos, obligándoles a abandonar el lugar, creo que resta mucho crédito a la protesta.
Nos guste o no, la clase política es necesaria, como igual de necesaria es su regeneración. Sí, esa palabra que algunos/as utilizan, con fines claramente personales, partidistas y demagogos. Tengo claro que no quiero una anarquía, allá cada cual con su modelo de sistema, pero observo con optimismo estas acciones que, nacidas del clamor popular, persiguen cambiar las cosas. Pero ¿cómo se cambian? Hoy el único mecanismo es el de pertenencia a una formación política o de lo que sea que concurra a los diferentes procesos electorales para lograr la representación en las instituciones que permita el ansiado cambio. Convertir los diferentes movimientos en ejes de poder (explícito e implícito, real y figurado) únicamente conducirá a quienes los lideran a ser miembros de un lobby cuyas consecuencias pueden ser contraproducentes.
La manida regeneración, tras ser reclamada por el pueblo, tiene que llegar a través de movimientos críticos en el seno de TODOS los partidos políticos. Y esto guste o no guste. Si no sucede así, entonces nos quedaremos en ese CAMBIO, que tantas veces y tantas formaciones han utilizado. En definitiva, no dejará de ser un mero lema de campaña electoral.
20.02.2013