Beatriz Suárez-Vence Castro
El ladrón de bicicletas
Una de las joyas del cine neorrealista italiano nos hacer partícipes de la historia de Antonio, un humilde trabajador y padre de familia castigado por la falta de empleo en la Roma de la Posguerra. Cuando por fin consigue un trabajo, alguien le roba el elemento principal para poder desempeñarlo: la bicicleta. A partir de ahí la vida de Antonio y los valores sobre los que había construido su existencia y la de su pequeño hijo, espectador de todo lo que le sucede, dará un giro irremediable.
Después de ver la película, rodada por Vittorio de Sica en 1948, nunca volveremos a pensar en alguien que roba de la misma forma. El cine y la literatura ha dotado a más de un ladrón del halo irresistible del romanticismo: Robin Hood, el pirata Francis Drake, Arsenio Lupin. Todos ellos inteligentes, elegantes a su manera y altamente atractivos. Las películas y los libros tienen esa magia. Sin embargo la realidad, no. Nadie se acuerda de Robin Hood cuando le roban porque lo que en los bosques de Sherwood es una obra de labor social, trasladado al devenir diario se convierte en una putada, palabra fea donde las haya pero inevitable en ciertos contextos.
Pontevedra viene padeciendo una ola de robos de bicicletas cuyo parecido con el del mítico film es como el de un huevo y una castaña. Tienen lugar en la calle, en los trasteros, en los aparca-bicis, con candado, con cierre de combinación, con todo lo que se le ponga, de noche o a plena luz del día. Si además es cara o llamativa,olvídense de disfrutarla por mucho tiempo porque el Pillabici ha derivado en un significado más literal: la pillan y salen corriendo. La pasión de los pontevedreses por la bicicleta tiene otro problema añadido al de la falta de carriles bici por el centro de la ciudad: El ladrón de bicicletas.
A medida que proliferan los dueños legítimos de bicis, se abre un nuevo campo de comercio ilegal. Y es que las bicicletas robadas no son en este caso elemento necesario más que para despiezarlas, tunearlas y sacarle tajada económica sin mucho esfuerzo más allá que el de tener ojo atento, mano larga y mala intención.
Si Pontevedra pretende ser en serio una ciudad de bicicletas, además de un cambio urbano necesita tomar medidas contra el robo, que más que posible empieza a alcanzar una frecuencia preocupante.
Ciudades de toda España se han adherido a la Red de Ciudades por la Bicicleta, creada en el 2009 durante las II Jornada de la Bicicleta Pública en Sevilla, que ha hecho posible la creación de un servicio municipal de registro de bicicletas, el Biciregistro, en el que pagando siete euros se da de alta el vehículo en un listado nacional que facilita la recuperación de bicicletas robadas o extraviadas. Existen también consignas para guardar las bicicletas.
El transporte en bicicleta es silencioso, limpio, asequible y sostenible y lo hace ideal para desplazamientos cortos, como alternativa al coche. Sin embargo su robo tiene un efecto disuasorio importante hacia su uso en la población.
Nuestro ayuntamiento, ahora que se acercan las elecciones municipales, tiene otro motivo para concretar más allá de los galardones, un auténtico modelo de ciudad para todos, garantizando en la medida de lo posible que el tráfico de bicicletas se produzca en la calle, rodando, conducidas por sus legítimos propietarios, no en garajes, de tapadillo y de pieza en pieza.