Manuel Pérez Lourido
Columnistas y gallegos
La semana pasada dos columnistas gallegos, aunque tal vez deba decir dos gallegos columnistas, fueron noticia por motivos bien distintos. Por una parte, nos vimos en la obligación de felicitar al periódico El País por la incorporación de Manuel Jabois a su plantilla. Hubo quién confundió las cosas y se puso a felicitar a Jabois. Cómo están as cabeciñas. Por otro lado, José Manuel Alvite se despedía de este mundo, dejando tras de si un extenso reguero de pequeñas obras maestras.
Umbral, Alvite, Jabois, por orden cronológico, son escritores de los que pensé lo mismo al toparme contra sus columnas en sus periódicos. Tras secarme la sangre de la nariz, me dije: ¿qué carallo hace este escribiendo en un periódico?.
La wikipedia dice de Alvite, con precisión de vademecum, que era "noctámbulo y pesimista". Claro que no hacen falta más que dos o tres lecturas para llegar a esa conclusión: Alvite depositaba sus experiencias en cada artículo como quien se suena los mocos con meticulosidad y amplio despliegue sonoro. Al día siguiente volvía a salir a la intemperie para pillar otro resfriado.
Su prosa canalla se detiene a fijarnos en la retina la fauna de perdedores que pululan por la noche y la ciudad. Lo hace con una sabia mezcla de pulcritud y poesía, aventajado alumno de la escuela del realismo sucio pero a la gallega, pues el sesgo y la retranca adornan aquí y allá el cuadro.
Sus textos eran la mejor destilación del género negro que se haya conseguido recoger en una columna.
No soy amigo emplear frases de otros, pues es como echarle un coñac caro a tu guiso: todos los que lo prueban se darán cuenta y acabarán diciendo: qué mierda de plato pero qué rico el coñac. Pese a ello, no me resisto a exhibir una de las muchas frases ingeniosas del santiagués: «A los quince años el sexo me parecía pecado; a los cuarenta, me parecía un deber; ahora, sinceramente, me parece caro».
Papini desdeña el ingenio y a los ingeniosos en "Un hombre acabado", pero sin él y sin ellos nuestra vida sería un tabarra sin cuento. Y de todos modos, Papini dedicó un libro a Mussolini...
El columnismo es un arte que se practica en un ámbito de dimensiones tan reducidas que si no eres ágil y ocurrente no te ganas seguidores. Alvite y Jabois esto lo aprendieron muy pronto.
José Luis Alvite era mucho más que un plumilla ingenioso (que no es fácil, ojo). Era de esos escritores que desbordaban talento en cada columna, de tal modo que te asomabas a ellas como a un precipicio, tan sólo por coger un poco de vértigo. Es de esa gente a la que odias cordialmente, como malhechores a los que les debe algún favor. Es por ello que esto, en lugar de panegírico, acaba por ser la constatación resignada de lo imposible de redactar uno que no lo desmerezca.
Quédese, pues en un elogio del buen gusto de un periódico madrileño y en un homenaje sin lágrimas a un viejo rockero que se fue. Aunque ya se sabe que los viejos rockeron nunca se van del todo.