A medida que vas cumpliendo años, las palabras que te han acompañado durante toda la vida se alejan. A veces, crees que las tienes en la punta de la lengua y no surgen. Se asemejan a un tesoro escondido en algún lugar de tú cerebro, tienes ante ti un bloqueo mental y, tiendes a buscar alternativas para llenar ese vacío temporal: ¿Cómo se llamaba el del pelo rizado? Esa, eso…. Incluso llegas a cambiar de tema para que los presentes no se percaten de tu lapsus.
La lista de la compra que almacenabas ordenadamente en tú memoria ya ha pasado a la historia. Lo intentas, pero cuando llegas a casa, has obviado el principal ingrediente de la comida del día y has comprado ajos para todo el período anual. Ahora vas con tú papelito o anotas en el blog de notas de tú móvil todo lo que necesitas incluidas las unidades y medidas de cada producto.
Al hilo de esta reflexión, pienso en aquellas palabras no olvidadas, y en los detalles o acciones que no pude o quise hacer cuando las personas que me rodeaban lo merecían, Decir a mi madre que la quería, ayudarla. Gastar más energías en cosas que no eran importantes y dedicarle más tiempo de calidad a mi familia. En definitiva, dejarme de tonterías y, preocuparme y ocuparme muchos más de ellas.
¡Qué decir de mis compañeros de trabajo!, aquellos que estaban ahí en todo, para todo, pero no les dediqué las palabras y el tiempo que merecían. Esta semana celebramos la jubilación de un pequeño gran hombre, Juan, alguien en el que confiar, reconocido crupier de documentos a nivel internacional, siempre en movimiento, con las baterías cargadas.
Aunque los últimos años hemos estado separados por cuestión geográfica, sé que el tiempo no puede separarnos porque hemos compartido momentos geniales, otros con dificultades. Gran trabajador, mejor persona; cuando le pedías algo para mañana lo traía el día anterior, siempre presente, al lado, incluso cuando los demás nos equivocábamos.
Buen conversador, gran tertuliano mañanero (sus comentarios de las noticias de actualidad son para enmarcar), poseedor de un humor inteligente, excelente catador, elegante comedor y, sobre todo buen conocedor de los productos que cata. Para mí es suficiente "esto me gusta, esto no me gusta", pero él, en esto está en el más allá: Dispone del conocimiento de la cata maridada...
En definitiva, es en sí mismo una cata maridada, lo que equivale a que dos cosas se llevan bien y, él se lleva bien consigo mismo y con todo lo que le rodea. Un brindis por esta persona tan entrañable y, por todos los que merecen la pena. Mucha suerte amigo. La vida sigue Juan, Y…….?