El último deseo y el corredor de la muerte

03 de decembro 2024

Se han calculado los pensamientos o ideas que tenemos al día, pero no sé si se conoce de cuántas de esas ideas son percepciones, recuerdos, conceptos-ideas, deseos-pasiones, etc. Dicen que este siglo será el del descubrimiento del cerebro, y cuando descubramos el cerebro se nos dará una enorme llave que abrirá, si no todas, muchas de las cerraduras del yo y de la mismidad y del ser más profundo –cierto es que aquellos que piensan que tenemos alma-espíritu inmortal, esta realidad de existir no es material, es Otra Cosa; por lo tanto, siempre llevaremos con nosotros ese misterio–.

Desde el punto de vista moral, no es malo que los hombres crean que tenemos alma-espíritu inmortal, porque creo que es el gozne, pilar y fundamento en que nos basamos para creernos que el porquero de Agamenón es igual en dignidad profunda y esencialidad que Alejandro Magno.

El notable escritor y articulista Julio Llamazares nos relata en un artículo periodístico titulado precisamente "El último deseo", publicado en El País el día 14 de junio de 1990, el último deseo que había pedido un reo en Estados Unidos que en ese mismo mes había sido ejecutado. Quizás en otra ocasión tocaremos el tema de la muerte legal y jurídica, la sentencia de muerte en tiempo de paz, porque los Estados en tiempo de guerra tienen otra legislación a este respecto –si no todos los Estados, casi todos, aplicando otro código jurídico especial–. ¿Pero qué recuerdos le vendrán al reo en esos días antes, esas horas antes, esos minutos antes, esos segundos antes de ser ejecutado...?

Siempre hemos indicado que el hombre-mujer es un misterio y un enigma. Tiene tantas variables dentro de sí mismo, dentro también de su cerebro. A veces opino, pienso, creo y estimo que el trabajo de ser humano es como hacer un enorme puzzle: encajar las cientos de piezas de las que somos parte y darle un grado de armonía, además de hacerlo al mismo tiempo con la realidad exterior… –y la realidad exterior es enormemente compleja también: está la Naturaleza, está la Sociedad y los otros, están las teorías-conceptos-ideas de mil por mil temas, y están las cuestiones metafísicas, es decir, la cuestión de Dios, de la inmortalidad, etc.–. Todo eso lo tiene que hacer cada ser humano, tomar una decisión u otra. Con todo, tiene que hacer una escultura de sí mismo, que se llama personalidad.

Los sistemas ideológicos –entiendo ideología en sentido antiguo, original y etimológico–, como sistemas de ideas que suelen ser teóricas y prácticas, abarcan ambas realidades. Por tanto, esos sistemas ideológicos son múltiples y varios; entre otros, pueden ser y están dentro de ellos los filosóficos, los religiosos-espirituales y, desde luego, los políticos, económicos, culturales, etc. Todas las combinaciones, porque siempre conceptos y variables de unos se combinan con otros…

En lo último que alguien desee puede que intervengan también todos esos sistemas ideológicos. Creo y estimo que la vejez no solo es ambigua –o puede serlo– por las enfermedades, heridas y limitaciones humanas que lo son, sino también porque los seres humanos se ven obligados a recordar miles de aspectos de su vida, aunque no quieran –emerge el volcán de dentro–. Quizás, quizás los recuerdos no sean totalmente verídicos; el tiempo ha ido añadiendo y quitando aspectos. Pero el hecho es que se recuerda… y se recuerdan. Pero, evidentemente, no es y no será lo mismo alguien que fallece en la cama rodeado de sus familiares que aquellas personas que lo hacen en un campo de concentración, o aquellas en un accidente de tráfico, o aquellas que han sufrido su propio asesinato, o aquellas que esperan en el famoso corredor de la muerte, del que tantas películas se han fabricado, como es el caso que comentamos…

Muchos dicen que, en esencia, todos los seres humanos somos iguales. Otros dicen que solo nos diferenciamos en accidentes. Pero la vida permite una enorme riqueza de posibilidades. Ya lo hemos indicado: la Naturaleza es múltiple, la Sociedad es múltiple, las ideas-conceptos son múltiples, las concepciones metafísicas son múltiples, y todo sujeto es y se inserta en esa multiplicidad de realidades, de sistemas-áreas-círculos-esferas…

Unos piden, como último deseo en los pasillos de la muerte, en el corredor de la muerte, una comida especial; otros, la presencia de una persona. Unos piden el perdón por lo que hayan hecho; otras personas, quién sabe lo que piden. Pero, ¿qué pensarán en el último momento?, ¿qué desearán en el último momento?, ¿y qué recordarán en el último momento? –quizás, la caricia de su madre–. Y, sobre todo, porque en estos modestos artículos que pongo mi firma, hablo de usted, estimado lector: ¿se ha preguntado alguna vez, esperemos fallezca con dignidad, honestidad y en paz, qué pensamiento o idea o deseo tendrá en el último momento? ¿Se lo ha preguntado alguna vez…?

Le daré una sugerencia: si no el último pensamiento o deseo, al menos el penúltimo o antepenúltimo, pida a Dios que le perdone por todo lo malo que haya hecho y que lo acoja en su eternidad… Recuérdelo cuando acontezca su tránsito, fallecimiento o muerte. Paz y bien.

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