Una aplicación para ligar, esto es lo que diríamos los legos preguntados si sabemos qué es Tinder. A mi no me lo han preguntado nunca, pero eso es lo que diría. Donde "ligar" amplía su campo semántico hasta alcanzar unas dimensiones sobresalientes. Digamos que si usted piensa que se va a Tinder buscando el amor, la inmensa mayoría de sus usuarios/as le dirían que sí, siempre que se refiera usted a la dimensión física del amor. Ese que recomiendan hacer en lugar de la guerra.
Tinder ha cumplido doce años de existencia, de modo que, hablando de hacer, algo ha estado haciendo medianamente bien. Ahorrarle a la gente tiempo y dinero, por ejemplo. Se supone que cuando acudes a conocer a un contacto de Tinder es porque la aplicación ha conseguido el emparejamiento teniendo en cuenta las características y gustos de los dos contendientes. Déjeme que escoja cómo llamarle a las cosas, sí. Porque una relación de pareja es, en principio, una contienda. Una pelea por encajar, aunque sea horizontalmente. Lo que ocurre es que es una lucha en la que hay que ceder para conseguir la victoria. Igual le estoy dando muchas vueltas, pero aspiro a que la mayoría de ustedes me estén comprendiendo.
Lo que no se puede, piensa uno parapetado tras su mayestática ignorancia, es acudir a Tinder pensando que vas a acertar a la primera. O a la segunda, o la tercera. Lo malo es si ya te da igual acertar o no porque lo que quieres es lo que quieres y porque vas a lo que vas. En donde acertar consiste en aplicarte a la física aunque no haya química. O sea, que te asomas a Tinder como si fuese un dispensador de dopamina, ese neurotransmisor que dicen que liberamos tras ejercitar nuestro organismo.
Otra cosa que me arriesgo a aventurar desde la cima de mi ignorancia, es que Tinder es un sitio al que accedes dispuesto a confiar un poco en las trolas que te vas a encontrar allí. Comenzando por la edad y con la imagen de ti que vas a transmitir para conseguir hacerte lo más likeable posible. De modo que a todo lo que allí aparezca habrá que descontarle el iva de marketing por parte de la primera parte contratante. No sé, me inclino a pensar de que si alguien es lo suficientemente equilibrado y maduro para ser perfectamente ecuánime en la elaboración de su perfil, es absurdo que recurra a Tinder: lo va a petar en cualquier bar, pub o discoteca. No hay mayor afrodisíaco que la asertividad. He dicho.