01 de xaneiro 2020

Tengo dos amigos de once años que son mis maestros. Son los hijos de dos de mis mejores amigas y nos encargamos entre todos de que la amistad perdure en la siguiente generación.

Xoel, el hijo de María, tiene una lógica aplastante cuando explica las cosas y el otro día le dijo a su madre que no entendía porque los chicos de su clase se empeñaban en decir que Papá Noel no existe cuando, sin embargo, creen en muchas otras cosas que no se ven como lo espíritus o Dios. Y es que cada uno tiene sus creencias y todas hay que respetarlas.

¿Por qué no vamos a seguir creyendo en la magia solo por hacernos mayores? Los once años son una edad estupenda para seguir creyendo en Papá Noel, del mismo modo que mis 47 son perfectamente válidos para creer en los Reyes Magos.

No se asusten, no les dejo zanahorias a los camellos en la puerta de entrada, pero sigo pensando que son realmente Magos y que, además del mensaje cristiano, encarnan valores tan importantes como la generosidad de dar sin pedir, la compasión por el que sufre y el instinto de proteger y ayudar.

Mi infancia, al contrario que la de Xoel, convivió más con estos tres hombres sabios que con el abuelito del traje rojo. Todos los niños de mi quinta tenían un Rey Mago preferido. El mío era Baltasar, a pesar de que entonces en las cabalgatas era un señor blanco pintado de negro.

Sigo pensando que la Noche de Reyes es mágica porque la magia son todas aquellas cosas que, siendo contrarias a la lógica, consiguen que sigamos manteniendo la ilusión. El mundo sería insoportable si no fuésemos capaces de ilusionarnos, si no tuviésemos la convicción de que algo maravilloso sucede cada día.

No se lo ponemos fácil a la ilusión. Las noticias que nos llegan de la política, del Medio Ambiente, de los Derechos Humanos son tan desalentadoras que, sobre todo los adultos, nos preguntamos muchas veces si este mundo merece la pena.

Yo soy de las que creo que sí, porque la vida te quita constantemente cosas, pero te da otras; incluso te quita personas para ponerte otras en tu camino y así, aunque nada es nunca igual, es lo suficientemente bueno para mantener la ilusión.

A lo mejor la magia no está en donde creías o en quien creías, pero la encuentras en todas aquellas manos tendidas hacia ti cuando otras se han cerrado. Da igual que no sea lo que esperabas porque puede ser incluso mejor.

En estas fechas lo más difícil de conseguir es, quizás, lidiar con las ausencias de las personas que ya no están, las sillas que se quedan vacías para siempre porque solo podían ser ocupadas por quienes se han ido. Lo mejor en estos casos, al menos para mí, es agradecer haberles tenido y seguir siendo felices con otras personas, porque es lo que ellos habrían querido.

Siempre hay seres humanos que, como tus particulares Reyes Magos, aparecen para recordarte que debes seguir creyendo en la magia.

Cuando falleció mi tía, a quien yo estaba muy unida, una amiga suya, Macamen, me dijo algo que tengo siempre presente: "Va a seguir ayudándote, y ahora incluso con más margen de maniobra"

Y es que hay personas así, sabios, magos de todas las edades.

Alfonso, mi otro amigo de once años, que es además mi ahijado, me ha dicho que este año quiere para Reyes una cena para dos, conmigo, porque ya tiene muchas cosas y en cambio a su madrina la ve poco.

Me ha parecido una idea maravillosa. Tenemos que ponernos al día de nuestras respectivas vidas y seguir aprendiendo uno del otro. Su madre y yo nos conocimos siendo más jóvenes que él y seguimos interesándonos como el primer día por lo que nos va sucediendo a las dos. Eso también es magia.

Que alguien a quien has conocido ya entrando en los cuarenta te invite a pasar Fin de Año en su casa para que esas sillas vacías que ambas tenemos en el salón en las que se sentaban personas muy queridas para nosotras y que también eran amigas entre ellas nos pesen menos esa noche, es otra muestra de la magia. Ellos, ellas, los magos con "amplio margen de maniobra" han hecho posible que el cariño perdure y se renueve.

Magia es también que tu mejor amiga del cole de primaria te mande un wasap todos los años por estas fechas y te diga: "Me quedaré unos días. Busca hueco para un café".

Quizá los Reyes Magos ya no traigan oro, incienso y mirra, pero sus alforjas vienen siempre cargadas de regalos, de generosidad envuelta en un recuerdo, en una llamada o en una casa abierta para recordarnos que, como dice la niña de un conocido anuncio, si miramos bien, la magia existe.

Contaba una oyente de Radio Nacional que cuando ella y sus hermanos eran pequeños, sus padres no tenían dinero para gastarse en la Noche de Reyes, pero creaban magia para ellos: los niños despertaban con las mejillas llenas de purpurina porque eso es lo que los Magos dejaban en sus caras al besarles mientras dormían y la casa amanecía llena de globos de colores. Con eso bastaba para que mantuviesen intacta la ilusión.

Después de las Fiestas dará comienzo en el Teatro Principal un nuevo ciclo de teatro para toda la familia: Domingos no Principal y allí estaré un año más con Xoel y su madre; quizá este año también con Alfonso y la suya, parte de mi familia escogida, disfrutando de nuestro regalo de Reyes.

Si aceptan un consejo, miren bien a su alrededor y luego cierren los ojos, recuerden el niño o la niña que fueron, déjense acompañar por esos amigos magos y recuperen la ilusión; quizá con ella no consigan todo lo que desean para el 2020 pero serán mucho más felices.