09 de febreiro 2024

Rueda, se dio el tradicional baño de masas que el PP ofrece a sus candidatos en la plaza de toros de Pontevedra. Formó cartel con Feijoo "El Moderado" y Mariano "M. Rajoy", que hicieron de padrinos, y salió a la arena del coso pontevedrés jaleado por los miles de fervientes simpatizantes que llenaban las gradas.

No se sabe cómo le irá en las elecciones, pero en su particular carrera, ya ha logrado protagonizar la foto de cartel en la plaza de su ciudad, la misma en la que sus padrinos triunfaron antes. Comparte con ellos ser gallego, ser de derechas y pertenecer a un espectro de la población que, moralmente, se considera un peldaño por encima de los demás.

Allí, Rueda dio un mitin. Bueno, en realidad, dio lectura al texto que le escribieron sus asesores. El candidato lo hizo lo mejor que pudo, poniendo la mayor de sus voluntades, pero sin el poso y el peso de un líder. Le faltaba el tono mitinero, las pausas para enaltecer a la masa y, sobre todo, credibilidad.

Pero eso no importa, porque la cantidad y el entusiasmo de los aplausos recibidos no iba acorde con la calidad del discurso, sino con la pasión. Para eso, de forma muy hábil, le pusieron en su discurso la palabra "Sánchez" cada dos o tres párrafos, para que la masa se encendía automáticamente.

El caso es que los tres diestros salieron al ruedo con la intención de cortar orejas y rabo. Y lo lograron. Cierto es que no lo tenían difícil y que ya se consideraban concedidas de antemano; y no era para menos, sobre todo cuando estás rodeado de simpatizantes que no escuchan y que, llamados por esa voz de ultratumba de la derecha gallega, acuden como moscas al festín de los poderosos.

No en vano, algunos es a lo que aspiran; a bailarle el agua a los que mandan, a verse en una foto con el candidato al fondo o, si tienen suerte, a presumir de un selfie con él. Así es buena parte de derecha gallega, sumisa y disciplinada.

Por eso no necesitan líderes con carisma, solo una cabeza de cartel; porque no tienen oposición interna que les conteste, porque están rodeados de correveidiles que asienten a pies juntillas y porque cuentan con mucha gente cuya máxima aspiración es codearse, al menos una vez, con el club de los señoritos de toda la vida.