Murillo: Años de lucha para alcanzar la presidencia granate

08 de xullo 2014

Ha sido niña, aunque era algo sabido tras la ecografía practicada durante el último período de ampliación de capital. Un embarazo, el del Pontevedra, que se sitúa entre los más largos del mundo animal. Hace varios años que se empezó a gestar la opción de que el club granate tuviera un presidente hembra, la primera de su historia, pero el parto parecía resistirse. Al final hubo fumata blanca y habemus presidenta.

Guadalupe Murillo Solís es como Isabel la católica, empeñada en ser reina, en un mundo dominado por hombres, Y como la castellana, lo ha conseguido, a base de muchas intrigas, alianzas, traiciones y lo que realmente al final importa, el dinero necesario para comprar el trono.

Lupe llegó a la entidad granate de la mano de Nino Mirón, para ocupar una vicepresidencia y ser una de sus más estrechas colaboradoras. La relación entre ambos fue idílica, sobre todo mientras marcharon bien las cosas. Pero al promotor le gustan los palmeros y a la conservera imponer sus directrices, así que cuando las cosas en la entidad empezaron a torcerse, el ⿿matrimonio⿝ comenzó a hacer aguas.

Murillo se negó a firmar las cuentas, porque no las veía claras, y ahí finalizó su etapa como integrante de la directiva-consejo de administración del Pontevedra Club de Fútbol. Una huida a tiempo, no fue la única, por lo que pudiera pasar en el futuro en una hipotética exigencia de responsabilidades por parte de la justicia.

Nuestra Isabel pontevedresa se centró entonces en la política. La segunda de a bordo de los ediles populares en el Concello necesitaba subir un peldaño más en su formación política para aspirar a su sueño de hacerse con el bastón de mando de Miguel Anxo Fernández Lores. Le cortaron la cabeza sus propios correligionarios, aun conscientes del perjuicio electoral que supondría hacer tamaña afrenta a los Murillo, en especial a su patriarca, con muchas influencias y cierto poder en la Pontevedra siciliana.

Entonces apareció la Sociedad Deportiva Teucro, un caramelo menor que la alcaldía, y con todo el respeto del mundo, a nivel social que el mismo Pontevedra. Pero se dieron las circunstancias apropiadas, con Ricardo Tilve involucrado en un turbio asunto que le obligaba a hacerse con la dirección de la entidad azul. Como no, Murillo le siguió en la aventura, ya que en ese momento se había forjado una inquebrantable amistad entre ambos. Eso si, no se atrevió ninguno de los dos a ostentar la presidencia. Resueltos sus asuntos, que no los del histórico club teucrista, se fueron por donde vinieron.

La marcha de Telmo Martín y la apuesta por Jacobo Moreira, volvió a alentar a Lupe Murillo a entrar en la batalla por el puesto de alcaldable. Otra vez pinchó en hueso. Sus compañeros y a la vez adversarios, estaban los suficientemente pertrechados como para ser misión imposible derrotarlos.

Y se vuelve a presentar la ocasión en el Pontevedra. Derrocado Nino Mirón, se postuló para el cargo, pero como la salvación del club llegó por parte de los políticos, impusieron a su candidato. Nuevo intento fallido en las famosas reuniones del Parador. No obstante, supo ver que la mejor manera de alcanzar su objetivo es estar cerca del sillón presidencial, por si queda libre, eso si, sin formar parte del consejo, para evitar responsabilidades.

Lupe se convirtió en la asesora del peor mandatario de la larga historia granate, Mauricio Rodríguez, al que defendió a capa y espada hasta el punto de enfrentarse a una afición que años atrás llegó a idolatrarla, cuando era la cara amable del equipo dirigente de Nino Mirón.

El proceso concursal propició una nueva opción de alcanzar el objetivo. Con su fiel escudero Ricardo Tilve y la llegada de Monbús al consejo, reunía el poder suficiente para estar a un paso de la presidencia. El único obstáculo era Nino Mirón, todavía poseedor de las acciones suficientes para cortar el bacalao.

Pero la conservera se guardaba una baza, la deuda que el constructor tenía con ella por un préstamo y que podía ser saldada por medio de los títulos accionariales. Claro que Mirón no es presa fácil, ni siquiera ante la amenaza de ser demandado por el impago. Jugó a dos bandas, prometiendo su apoyo a Murillo y Argibay, otro aspirante a tomar las riendas de la institución granate. Al final dejó a ambos en la estacada y colocó sus acciones en la empresa de Fernando Gómez, en una maniobra con muchos puntos oscuros.

Así pues, tras la marcha de Rodríguez Boullosa y la falta de poder suficiente por parte de ambos bandos para subir al poder, se optó por una solución de consenso y con el beneplácito político, José Manuel Fernández, que se rodeó de representantes de uno y otro sector aspirante. El nuevo dirigente se ha movido con gran habilidad en un terreno pantanoso y lleno de minas. Ha sabido devolver su protagonismo a la afición y ha actuado con mucha sensatez en un momento difícil para el club, pero sus días estaban contados.

Lupe Murillo se aseguraba más aún el apoyo de Monbús entrando en el consejo de administración del Obradoiro. Con Tilve a su lado, necesitaba un paso más, que dio aumentando las acciones de Pescamar en la última ampliación de capital. Golpe definitivo a Acción Granate y operación que le dejaba en bandeja la poltrona del Pontevedra Club de Fútbol.

Sueño cumplido, pero cuidado, que no se convierta en pesadilla. Deberá hilar muy fino la nueva presidenta si quiere salir airosa del envite. Su pasado no la favorece, pues formó parte de los grupos dirigentes que llevaron al Pontevedra a su actual situación ruinosa económicamente y decepcionante en el capítulo deportivo, así como a la ruptura social que se produjo durante su etapa como asesora de Mauricio Rodríguez.

No obstante, se merece como cualquiera un período de confianza y apoyo, tras el cual se verá si es merecedora de ostentar el cargo. No se lo van a poner fácil, su gestión será examinada con lupa, y no es mujer de mucho consenso, sino de ostentar la autoridad con mano firme. De su adaptación a saber delegar y dialogar dependerá y mucho el futuro granate.

Esto es lo que hay. El club ya no pertenece a sus socios, ni a la ciudad. Es propiedad de uno o varios señores, señora en este caso, que se debaten continuamente en guerras intestinas que erosionan los pilares de la entidad, por egoísmos y vanidades personales, por figurar en muchos casos. El resto son simples abonados que pagan por ver un espectáculo, como el que va al cine, al circo, al teatro o saca abono para los toros.

Eso si, una empresa privada de un grupito de gente que utiliza una instalación propiedad pública, construida con dinero público, disfrutando de subvenciones públicas e incumpliendo con los deberes de cualquier ciudadano o empresa con Hacienda y Seguridad Social, que somos todos.

Es la cultura española, la del trampeo, la picaresca. Yo de mayor quiero ser un Luis Bárcenas, eso sí, aforado, que no me juzgue un magistrado independiente, sino aquellos que deben su nombramiento a los políticos. Y siempre me quedará el indulto o una amnistía para blanquear de forma legal el dinero negro.

Empieza el reinado de Guadalupe I. Que sea próspero, pero sobre todo que se caracterice por la transparencia, la honestidad y el consenso. Una auditoría sin estar hecha a la medida de quien la encarga sería un magnífico primer paso, aunque mucho me temo que nuevamente se utilizará la política de borrón y cuenta nueva.

A los granates nos ha tocado sufrir y mucho a lo largo de la historia, pero sabemos mejor que nadie que la grandeza se mide por las veces que te levantas. Y si hay que hacerlo, se hará una vez más y las que hagan falta.