06 de novembro 2024

Lo andan enredando en entelequias burocráticas por las que ya no sabe si tiene que mandar o no, quedó medio paralizado por la cascada de administraciones que han detraído su soberanía, y ha ido engordando al compás de la intervención política que, sustituyendo a los profesionales de larga trayectoria por puestos políticos, aumentan estructura sin fines productivos, con jerarquías y competencias cruzadas que no dejan de estar realmente lejanas del ciudadano por cercanas a los aparatos de partido, y que finalmente queda coronado este despropósito de organización con un gobierno infame. Un Estado trufado de intervención partidista y sectaria. Manifiesta así su ineficacia cuando realmente el ciudadano se presenta a la puerta y llama:¡Estado, manos a la obra! Pagamos por todo durante todo el tiempo mientras tú engordas, pero ahora mismo necesitamos de ti, ponte firme y actúa. Si hay alguna ocasión en que todos queremos ver una sociedad radicalmente eficaz es en momentos como este en los que miles de personas han perdido su hacienda, cuántos su vida, y su futuro a corto plazo no será más que sufrimiento y lucha por levantarse. Pues bien, ahora, todos, queremos que nuestro Estado se muestre radicalmente eficaz, dinámico, avasallador, capaz de levantar puentes, carreteras, casas, fábricas, capaz de pagar de inmediato a los que lo han perdido todo y que en quince días estén abriendo sus comercios. Ellos estarán solos un minuto: cuando entierren a sus muertos. Pero ni un instante el Estado puede descansar: con hombres, con material, con mucho dinero. España es una nación fuerte y tiene que demostrarlo ayudando a los que sufren terriblemente. A por todo, con todo. (Un momento. No sé si hay dinero en caja. Como se trabaja con Deuda no sé cuánta más pueden generar estos tipos. Además, el déficit que llevamos en lo que va de año es el primero de Europa, gastando muy por encima de los ya altísimos impuestos, vamos por encima de economías más desarrolladas… y tampoco sé si pueden aumentarlo aún más. El túnel en el que nos han metido en el que tiran del ronzal del psoe los nacionalistas, los independentistas… todo el día marcando límites, despreciando la nación, arrancando privilegios de un partido nefasto cuya única preocupación es mantenerse en el poder sin importarle lo más mínimo la nación… una situación insoportable).

Nunca tanto se cumple el indeseado Bienestar del Estado como cuando el Estado tiene que ejercer su entera soberanía: todas las administraciones juntas no han sido capaces de dar una alarma que salvaría cientos de vidas. Porque increíblemente no tenían un plan de actuación en gota fría, una desgracia que sucede sí o sí en todo Levante. Pero no lo hay en ninguna comarca, no lo hay en el corredor del Prestige, no hay plan alguno porque es una casta no exigida, buscan, encuentran y tienen palmeros. Acunados en sus sofás las administraciones no tienen el espíritu necesario para ser ejemplares, ni desde los grupos políticos por su parsimonia ineficaz en esa lucha política fuera de la realidad que una y otra vez nos muestran en todo lo que dicen y hacen, y sobre todo en la inmensidad de lo que no hacen. La ciudadanía tampoco parece tener exigencia en relación con los servicios: horas esperando en una estación por trenes que no salen ni llegan a su hora y los ciudadanos bailan la conga con harta felicidad del inútil gobierno que ve la degradación del servicio sin inmutarse: si ante un depauperado servicio se dedican al baile, bueno será enviar guasaps y tuits. Si observamos cualquier asunto dependiente de la Administración Pública vemos que no se corresponde el servicio con las alturas del siglo y sobre todo no se corresponde con el coste en tiempo y en dinero: el original del carnet de conducir tarda seis meses -de mayo a la primera semana de noviembre- en ser entregado a su propietario. Seis meses. Hay que establecer una administración al servicio del ciudadano y esto implica la radical transformación del espíritu con el que se mueven. Si uno habla en cualquier comercio de cualquier asunto oficial, cualquiera que sea la administración beligerante, no deja de observar cómo los ciudadanos son tratados con absoluto desprecio mientras el comerciante autónomo tiene que invertir su preciado tiempo y su preciado dinero en cumplir los mil y un requisitos que la burocracia implanta, un año sí y otro año también. Una Administración Pública radicalmente orientada al cliente, es decir, a los ciudadanos.

Una vez queden encarriladas las labores de desescombro, una vez completo el despliegue del Ejército -los de los fusiles, no solo la ong: si estuvieran desde el martes no habría saqueos tercermundistas -porque sabemos que hay ciudadanía tercermundista que nos llenan de ira y vergüenza-; completando la limpieza y el Ejército con la aplicación de los seguros que amparen negocios y patrimonios, una vez establecido el camino para iniciar la salida de la destrucción en la que hoy nos encontramos, en el PP debe de haber dimisiones: el presidente de la comunidad y consejeros implicados en la vigilancia. Todo el gobierno mejor. Dimisión inmediata. Ni un minuto más. Y del Gobierno de la nación nos olvidamos: ni con agua caliente asumen responsabilidad alguna porque son unos impresionantes irresponsables, jugando con los tiempos para ver si envenenan a la población y empitonan a sus adversarios. El Gobierno está a otra cosa que no sé cuál es, pero lo que sea es sectario, dedicados en cuerpo y alma a sus sectas para mantenerse en el poder. Pero el partido que recoge en mayor medida las esperanzas de cambio para tirar abajo un gobierno antieconómico de marcado carácter anticonstitucional y antiespañol, tiene que dimitir. Para ser ejemplar. Porque no ha cumplido sus ineludibles obligaciones en el momento más importante de las vidas de las actuales generaciones del Levante, con un coste terrible en vidas humanas. A la puñetera calle. Dimisión ya. Como mínimo.

Y luego el director de la AEMET, el de la Confederación Hidrográfica del Júcar; y luego el secretario de Estado y la ministra de Transición Ecológica, de la que dependen y que tienen esos organismos para cobrar cargos; luego el ministro del Interior, impasible el ademán esperando que se cuezan los dirigentes valencianos en su propia salsa. Y por último el presidente de este Gobierno, por acción y por omisión, como aquel capitán del Costa Concordia que dijo que saltó del barco para mejor analizar la situación mientras se ahogaban sus pasajeros. Como este Mente captus. Dice que si necesitan ayuda que la pida, mientras la vida de los levantinos se ha ido por los barrancos. A la calle. Como mínimo.