Una sonrisa más fuerte que el cáncer
Por Manu Otero
"Las sonrisas curan. A ti mismo y a los que están a tu alrededor. Pensar en negativo no sirve para nada. Cuando acabe el proceso habrán sacado más cosas buenas de él, que malas", son las palabras de Paula Rodríguez Raposo, una mujer de 46 años que acaba de superar un cáncer de mama.
Los once meses que pasaron desde que ella misma se descubrió un bulto, hasta que terminó la última sesión de radioterapia no fueron un camino de rosas. Pero esta autónoma, profesora de academia, madre de una hija de diez años y cabeza de una familia monoparental es ahora una persona todavía más valiente.
"Ha sido duro pero he aprendido muchas cosas de esto. A relativizar, a sonreir más, a decir más te quiero, a planificar menos mi vida y a disfrutar", afirma Paula, que hoy, como miles de personas en el mundo, lucirán hoy un lazo rosa. Hoy es el día internacional del cáncer de mama, una jornada para promover la detección precoz de esta enfermedad y dar apoyo a todas las familias que la padecen.
Cuando le diagnosticaron cáncer a Paula, su hija tenía solo ocho años. La suya es una historia de superación, de fortaleza, que gira siempre alrededor de su pequeña. Un silencio. Emotivo, sobrecogedor, entrañable. Es lo que precede a cada frase que pronuncia Paula sobre el amor de su vida. "Pensar que mi hija no tiene padre, estoy yo sola con ella e lo que te hace luchar. Y la única forma de superar esto es sonriendo, tirando hacia adelante y pensando que todo va a salir bien", detalla con una actitud positiva tan inquebrantable como sorprendente, que mantuvo durante todo el tratamiento.
Esta pesadilla, aunque ella en ningún momento sintió este proceso como tal, comenzó una noche. Pasada la una de la madrugada. "Era una etapa de mucho estrés en el trabajo. Ese mes no me hice la revisión que me hago cada mes durante la menstruación cuando te duchas. Una noche al llegar a casa noté que tenía algo raro en el pecho. Sentí que era algo malo", relata.
Esa misma noche telefoneó al servicio de Urgencias para contarlo y solo once días después estaba en el quirófano. "Me dio un poco de cosa llamar al Sergas a esa hora, pero hay que hacerlo en el momento. Te das cuenta de que el sistema está preparado para actuar rápido. Te expiden un documento que pone vía rapida cáncer de mama. Asusta porque pone la palabra cáncer, pero es una vía rapida de verdad y es importante", recalca Paula.
Solo tres días después de la primera cita ya le confirmaron que era cáncer y le dieron cita para la intervención. "A alguien que le diagnostican cáncer se le cae el mundo, pensaba. Pero en mi caso no fue así. Mi única preocupacion era mi familia. Sí que se me escapó una lagrimita pensando: '¡qué disgusto les voy a dar!'", confiesa. Al final reunió a sus seres más queridos, sus padres y su hija, y les contó su situación. "Desde el primer momento pensé que de esto sale mucha gente y yo voy a ser de las que va a salir", se prometió.
Ese cambio de mentalidad, esa nueva forma de vivir y de sentir que sobreviene cuando alguien mira a la muerte a los ojos, ya lo experimentó Paula incluso antes de la operación. "Tenía un crucero contratado para ir con mi hija antes de todo esto, se lo consulté a la cirujana y me dijo que sí. Salimos dos días después de mi diagnóstico y volvimos dos días antes de la operación. Nos lo pasamos genial, hicimos de todo, hasta tirarme por el tobogán más alto, todas esas locuras que siempre quieres hacer. Fue genial", revive esta madre de uno de los recuerdos más felices de su vida.
Luego llegó la hora de afrontar la realidad. La operación salió bien y a las pocas horas ya le dieron el alta. Pero lo peor estaba por llegar. Por delante restaban semanas de quimioterapia, dolores e incertidumbre sobre los efectos del tratamiento.
"Tuve dos momentos malos", reconoce la paciente. El primero llegó cuando analizaron el tumor porque existen dos variedades de cáncer de mama que todavía carecen de cura. "El primero salió negativo, pero el resultado del segundo fue indeterminado, tuvo que esperar 48 horas por los resultados definitivos. Ahí sí que pasé miedo", confiesa. No por ella, por su hija.
Guarda silencio, traga saliva y saca a relucir esa fuerza con la que luchó contra el cáncer para narrar con asombrosa entereza una sensación que haría derrumbarse al gladiador más temible de Roma. "Pasar de pensar que hay un porcentaje de posibilidades de que me cure a que no haya ninguna posibilidad de curación, solo alargar la vida. Ese rato sí que fue duro. Ahí solo transformaba las cifras de alargar la vida en años de mi hija", declara Paula. Por fortuna todo salió bien y el resultado fue también negativo.
Pero había más montañas que escalar. "Yo me hice mi esquema de cómo iban a ir las cosas. Un calendario y unas expectativas. Pero eso no funciona así y la primera vez que no salieron las cosas como tenia planeadas, me llevé una torta", explica en referencia a las bajadas de defensas que impedían administrarle quimioterapia o una intolerancia a la medicación en la segunda fase del tratamiento que le provocó una hepatitis medicamentosa y tres semanas de ingreso hospitalario.
"Mis padres lo pasaron muy mal", reconoce. Los efectos secundarios de la quimioterapia son terribles. "Estás tan mal que no sabes en qué agujero meterte y ellos querían llevarme a Urgencias, pero no podíamos ir por cualquier cosa, era quimio y estar mal es lo normal", asumió. Mucho más le sorprendió la reacción de su hija. "Lo llevó sorprendentemente bien, le expliqué todos los pasos y solo le mentí en una cosa", detalla antes de volver a coger aire.
"A la pregunta de si yo podía morirme. Le dije que no. Consideraba que era muy pequeña como para poder asumir esa información. Hoy es una especialista en cáncer de mama y se hizo muy muy madura", afirma con orgullo.
De hecho fue la pequeña la que pidió la asistencia de un psicólogo. "Empezó a notar momentos de tristeza a los que no estaba acostumbrada y supo pedir ayuda", destaca. Fue ahí cuando entró en escena otro importante pilar para todos los enfermos de cáncer.
"Recurrimos a la Asociación Española Contra el Cáncer, la ayudaron muchísimo, Alejandra (la psicóloga) la atendió las veces que la necesitó. Y no solo la atendía a ella, siempre guardaba un rato para hablar conmigo y asegurarse de cómo estaba yo. Y aun hoy me sigue llamando por teléfono para preguntarme por ella y por mí", agradece.
Tal fue el vínculo creado entre Paula y su familia con la asociación en Pontevedra, que la pequeña decidió colaborar en la grabación de un vídeo para animar a los familiares de los enfermos, un vídeo que incluso hizo llegar a Sara Carbonero, que también pasó por este trance, para que se lo pusiera a sus hijos. "Veía muy importante ayudar a los familiares", explica.
Con días buenos y otros no tan bueno, llegó el día señalado. La última sesión de radioterapia. "Celebré que estaba curada. No es que lo esté del todo, pero tenía que marcar un día para que los que conocían mi situación dejasen de preguntar cómo está Paula para decir: '¡qué bien, que Paula ya está bien!'", declara.
Por delante sigue quedando todavía un largo camino que recorrer. Las revisiones médicas siempre generan angustia. "Antes de la primera me puse nerviosa, pero no tengo miedo a una recaída. No la quiero. Pero si ocurre tengo que volver a luchar", asume con valentía. El miedo es algo que perdió durante el último año y no lo echa de menos.
Quiere destacar Paula Rodríguez la importancia de la AECC. "La tienes ahí para lo que necesites", asegura animando a todos los enfermos a ponerse en contacto con ellos. Además de apoyo emocional y psicológico, también prestan ayuda económica y organizan actividades que "te demuestran que te vas a reincorporar a tu vida de antes con normalidad", valora Paula.
Fue un proceso duro, de once meses. "Supongo que es mucho, pero a mí se me pasó enseguida, y a mni hija también. Ella me pregunta por qué se pasó tan rápido y le dije: 'será que no lo pasamos tan mal'", dice Paula. A ella el cáncer le cambió la vida, pero con su fortaleza, con la ayuda de los médicos y su imborrable sonrisa, agarró el volante e hizo que el cambio de dirección fuese fructífero.
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