Esto, que lo he descubierto yo solito, es un hito en la historia de la humanidad, de sobras lo sé. No me dolerán prendas (guiño, guiño) para reivindicarme, siempre que esto sea lo más apropiado y justo, como es el caso. Ahora la cuestión es ver cómo sigo yo con esto.
Es fácil constatar como en cualquier estación del año la indumentaria plantea ciertos problemas de cuya correcta solución dependerá la aparición de un constipado, un sofoco, una tiritona, etc, etc.
Una sola prenda de más o de menos puede desencadenar un desastre tanto en invierno como en primavera. Abrigarse en exceso ocasionará molestias y sudores pero hacerlo de modo insuficiente dará lugar a catarros y gripes. Al menos eso es lo que seguramente decían las enciclopedias del hogar que manejaban nuestras madres y abuelas, a juzgar por las incontables ocasiones en que nos ordenaban abrigarnos más. Por tanto, en caso de duda, más vale echarse encimauna pieza más que quedarnos cortos de protección durante la estación más fría. Durante la estación que era fría antes de que estropeásemos el mecanismo climático natural, queremos decir, y decimos.
En primavera, en cambio, la ecuación es más difícil de resolver. Si te pones un jersey y sale el sol por peteneras, ya te lo puedes ir quitando porque te asarás y de ahí no va a salir nada bueno. Si sales en camiseta y pantalón corto igual el relente te factura un resfriado a la carta. Una vez más, es aconsejable pasarse de abrigo que quedarse después con las ganas de disponer del mismo.
El verano es una estación para hacer el loco y hacerse el loco, también en lo que respecta a la vestimenta. Prendas tan ostentosamente ridículas como las bermudas resultan congruentes con el clima veraniego, un momento del año en el que nadie te va a juzgar por muy extravagante que sea tu indumentaria. En verano quedan en suspenso el buen gusto, la decencia y el decoro (suponiendo que no sean una misma cosa).
Dicho todo lo anterior: pocas cosas hay tan enervantes como no acertar con la ropa adecuada para pasar el día, sobre todo si no tienes ocasión de enmendar el error porque tu jornada debe trancurrir lejos de tu casa. ¿Quién te mandó ponerte las botas de agua si al final no llovió y tenemos veinticinco grados a la sombra? ¿En qué estarías pensado cuando optaste por salir de falda con el frío este que pela? Ahí dejo la cosa para las oportunas reflexiones y decisiones.