No me he dejado llevar por el Black Friday, el singles day, o las múltiples ofertas que surgen en esa plataforma tan famosa, que por principios no utilizo. ¡Viva el comercio de proximidad!. Hoy lunes previo a la vorágine navideña decido ir de tiendas: el amigo invisible, los regalos familiares y las viandas de estas fechas obligan.
Miro por la ventana y observo el fuerte temporal pero, como un buen chicarrón del norte no se amilana ante las adversidades climatológicas, salgo a la calle con mi paraguas familiar y el carrito de la compra repelente a la lluvia.
Ya en la esquina, una ráfaga de viento propulsa el paraguas al más allá, pero si algo no me falta es imaginación. La lluvia es persistente y me parapeto en el carrito habilitando dos agujeros con la navaja setera que siempre llevo conmigo para que mis ojos puedan ver a cierta distancia y, deambular sin contratiempos.
Al llegar a la zona peatonal salgo del camuflaje porque, pienso en las consecuencias que puede tener, encontrarme con un policía local excesivamente cumplidor de las normas que igual me puede multar por ir oculto en objeto no reglamentario con el fin de evitar la identificación de la autoridad competente.
Más adelante llego a la plaza de la Peregrina y contemplo como un niño de 4 años sale volando con su globo por encima de la cúpula de la iglesia. Sus padres impertérritos sacan fotos de la hazaña de su hijo. Les pregunto: — ¿No van a llamar ustedes al 112 o a alguien que le socorra? Responden que se trata de un niño educado en libertad y que tiene una autoestima “elevada”. ¡Seguro que sabrá lo que tiene que hacer!
Cerca del mercado de abastos la ciclogénesis explosiva asedia a los viandantes, pero mi sorpresa es cuando veo la escultura en soledad de la vendedora de gallinas. Ni están las 4 gallinas ni el gallo picoteando el grano. En su lugar hay un cartel del ayuntamiento con la leyenda: ¡Perdonen las molestias las aves han emprendido el vuelo debido a las rachas de viento huracanado!.
Regreso a la realidad, y me acerco a visitar la exposición del pintor Juan Carlos Vilar en la sala de la Consellería de Cultura de Benito Corbal. ¡Qué belleza! Retratos de Pontevedra realizados con una mano prodigiosa. Detengo la mirada un buen rato en dos de los cuadros. Uno con el puente del burgo con reforma, otro sin reforma. Concluyo sin lugar a dudas, que las vallas actuales son cuestionables pero lo que no tiene ninguna justificación es quitar las farolas.
Un recorrido visual por estos cuadros que se pueden visitar del 15 de diciembre al 05 de enero es muy aconsejable. ¡Felices fiestas, amigas y amigos!