Ventana indiscreta: Rechizado

13 de outubro 2022
Actualizado: 18 de xuño 2024

Mi primo experto en todo, al verme unas manchas en la piel, me indicó que a la mayor brevedad posible fuera a la dermatóloga. 

Mi primo experto en todo, al verme unas manchas en la piel, me indicó que a la mayor brevedad posible fuera a la dermatóloga. Según su sabio parecer, ¡tiene mala pinta! y, ¡mucho, mucho cuidado con exponerte al sol! . No voy a negar que me gusta pasear por la playa aprovechando los hermosos arenales que tenemos en la costa gallega, pero no estoy más de 3 horas, casi siempre con gorra y previa extensión por todo mi cuerpo de crema de protección 50+.

Tampoco es que me produzca estrés mental los cambios en la pigmentación de mi piel, que achaco a la genética, y a la ineludible tarea de lo que el paso del tiempo mejor sabe hacer, el envejecimiento de los simples mortales. Pese a ello acudo a la dermatóloga que viene a ser de mi edad y, que luce un look de exposición a los rayos ultravioletas que, unido al tono rubio de su pelo le hace parecerse a una famosa actriz.

Pensé que me iba a dar pautas para minorar los cambios en el color de la piel, pero no, agarró una especie de soplete y sin solución de continuidad, inició un ritual de aplicación, agitando el sifón, accionando una válvula y desplegando un gas sobre las zonas afectadas. Pronunciaba al mismo tiempo una especie de oración: ¡aquí veo una!, ¡esta no me gusta!, ¡aquí otra!, ¡cuantas, cuantas!...

Comenta que me está aplicando nitrógeno líquido a -160ºc y, que con ello procede a la fase de congelación de la zona. No lo dudo, pero noté una quemazón que, a punto estuve de agarrar el soplete y aplicárselo a ella en una leve mancha que se adivinaba en la parte inferior del mentón. Pasado el mal trago, le di las gracias por la “atención exquisita” y dejé la camilla para el próximo paciente.

Después de un rato, al mirarme al espejo de un probador (aproveché para ir de compras), contemplo diferentes ampollas en las zonas tratadas, todas de un tamaño considerable, “eso me parecía”. Ni directamente, ni siquiera de soslayo, los trabajadores de la tienda, al igual que las múltiples personas que me crucé en el paseo por la ciudad, o los vecinos que están al tanto de todo advirtieron los cambios evidentes en mi rostro.

No puedo creerlo, lo presentía, pero ayer he constatado que paso desapercibido, soy invisible. El nivel de confianza que tenía en mí mismo está por los suelos. Acabo de escribir esta columna en la sala de espera del psicoanalista. Me esperan muchas sesiones en el diván.

 

@novoa48