Ventana indiscreta: Rechazo

10 de abril 2025

Los xenófobos lanzan argumentos tan inconsistentes como que todos los que vienen son delincuentes o que nuestros antepasados también emigraron, pero iban ya con papeles.

La primera vez que contemplé a alguien por la calle paseando en pijama con un conjunto de camiseta y pantalón de algodón de talla amplia me percaté de cierta propensión clasista por mi parte. Pensé que yo, que a veces intento ir de guay que, posiblemente sea como la mayoría de los mortales, en los que existe un abismo entre la moral pensada y la moral vivida. Más aún, quizás sea víctima de uno de los males de la sociedad actual, la aporofobia, palabra de raíces griegas que acuñó la filósofa Adela Cortina, el rechazo al pobre o la animadversión al otro, que nos parece de por sí sospechoso.

Vemos la paja en el ojo ajeno y, también practicamos el llamado racismo selectivo, recibiendo con algarabía al deportista multimillonario, a los que llegan en aviones o coches de alta gama, poniendo el grito en el cielo cuando sus mismos conciudadanos llegan a suelo europeo subidos en cayucos en la búsqueda de una nueva vida que los aleje del hambre.

Los xenófobos lanzan argumentos tan inconsistentes como que todos los que vienen son delincuentes o que nuestros antepasados también emigraron, pero iban ya con papeles. Pues no, eso es una mentira ya que, sobre todo los que partían hacia América, algunos como mucho llevaban un papel firmado por algún familiar que los referenciaba, pero la mayoría escapaban del hambre y la explotación de "los señoritos" e iban con una mano delante y otra detrás, sin papeles, simplemente con una pequeña maleta dónde llevaba algunos productos de la matanza, hogazas de centeno para comer en la larga travesía y un pañuelo con el que enjuagar sus lágrimas.

Tuvieron que salir de su país, alejarse de su familia, emigrar para buscar un mínimo sustento y, dar la educación a sus hijos que, ellos no pudieron tener. Imaginaros las sensaciones de aquellos momentos, las despedidas, el no saber si vas a regresar. La escena en que tú miras a los que se quedan y ellos te miran a ti, las caras de tristeza, el sentir que abandonas algo, el miedo a lo desconocido, a un futuro incierto, a sentirte rechazado. La añoranza de la familia, de tú tierra.

Los gallegos lo sabemos bien ya que todos hemos tenido algún familiar que partió hacia América o Europa, la mayoría "hipotecaba" lo poco que tenía a cambio de un billete de ida. Personas que no tenían ninguna especialización de manera que les adjudicaban los trabajos más duros (los rechazados por la gente local), siendo explotados con frecuencia.

Después de un largo período si las cosas iban más o menos bien, se producía la llamada cadena migratoria, un sistema que consistía en llamar a otro familiar para invitarlo a ir a trabajar.

Desconocer nuestra historia, dejarse llevar por los mensajes de la ultraderecha que buscan el rechazo al otro, es como permanecer con los ojos vendados y abrirlos sólo para tomar un café en la terraza leyendo el Hola contemplando las casas suntuosas y las "apariencias" de los nuevos ricos.