Escucho las últimas declaraciones de Feijóo realizadas en un acto en Cataluña: “cuando un hijo dice que el que más quiere a su padre es él, el resto de la familia no debe consentirlo. Porque a un padre ya una madre, lo quieren sus hijos y nadie de la familia tiene derecho a excluir a una parte……..”, no dejo de sorprenderme y, pienso si el que le escribe los discursos es el mismo que a Rajoy pero con menos gracia o desparpajo, o que él por su cuenta intenta ser un clon de Mariano al estilo de “…son los vecinos los que eligen al alcalde….”, pero no consigue acertar, o mejor dicho intenta ser otro cuando debería ser el mismo con sus virtudes y defectos.
El llamado coloquialmente mal de altura, es la falta de adaptación del organismo a la disminución de oxígeno en la altitud, pues bien, al líder del PP el “viaje a Madrid” le ha generado mal de altura. Algunos de los factores que han influido en esos síntomas son la velocidad de ascenso en las encuestas (casi todas le dan como ganador), o que no ha seguido adecuadamente un calendario de aclimatación, su cuerpo y su mente no se han adaptado a las nuevas circunstancias: presión mediática, Ayuso susurrándole en el cogote, Abascal como posible compañero en un futuro gobierno.
Aquel político aparentemente cabal, aquel que se creó una marca personal de buen gestor, suficientemente preparado y con una dilatada experiencia como presidente de nuestra comunidad autónoma, al perder esa zona de confort y ponerse el traje cada día en Génova ha devenido en un líder que cada vez que habla sube el pan. Un día crítica la excepción ibérica (limitar el precio del gas), en contra de lo que dicen los expertos y la comisión europea, otro día aplaude la bajada de impuestos en Reino Unido poniendo como ejemplo a la efímera Liz Truss.
Soy de los que creía que Feijóo, exponiéndose lo menos posible y a caballos de la crisis económica/social provocada por la pandemia y la invasión de Ucrania ganaría las elecciones con suficiencia pero, observo con sorpresa continuos patinazos en sus declaraciones públicas y, aunque en líneas generales su tono es correcto en las comparecencias en el senado, en su lenguaje gestual se visualiza cierto nerviosismo que me hace pensar que el tiempo de espera hasta las elecciones se le va a hacer muy, muy, pero que muy largo.