Hace casi dos años, después de diferentes tratamientos y, con unos síntomas compatibles con otro tipo de enfermedades, Carlos, hermigo (hermano y amigo) pasa 20 horas en la UCI, ya en la habitación, está ya lúcido, con su humor corrosivo de siempre (dice que se parece a Ragnar un personaje de la serie vikingos después de una cruenta pelea), volcando toda su fuerza en cuerpo y alma para salir adelante.
Dos días después, enfunda su pijama y se ducha sólo. Todos queríamos estar esperanzados, su mirada y actitud, era "hacia delante", nunca hacia atrás. Se dirigía hacia su destino "la vida" con la cabeza vendada pero muy alta. Nos dejó boquiabiertos por la serenidad, la capacidad de superación y, el valor con el que afrontó un diagnóstico tan terrible. Como nos lo comunicó, proporcionando a los demás mucho más consuelo del que le brindábamos. Se desató un Tsunami de solidaridad que hizo que los hermanos se convirtieran en amigos, los amigos en hermanos. La energía de esa ola se llamaba "Carlitos".
Intento describir los últimos meses de su trayecto vital (6 meses en cuidados paliativos) y, sólo veo algo muy duro, profundo, atravesado de muros imposibles de sobrepasar, siendo conscientes todos los que lo queríamos (muchos) que en todo momento estaba merodeando su "enemigo a las puertas".
Aquellos que tuvimos la oportunidad de ayudar a cuidarlo, sabemos que fue como cuidar a un "ángel". Fue un héroe, sobrellevando los tratamientos tan agresivos, y nunca perdió su sentido del humor. A Carlos, muchos le llamamos Carlitos, por su cercanía, por su simpatía, porque simplemente se dejaba querer, se tomaba la vida con filosofía, amaba todas las artes, excelente conversador. Era el vacilón más grande del mundo.
¡Qué decir! de su compañera de vida Lourdes. Acompañar al que lucha por sobrevivir, levantarse cada mañana y empujar cuando lo único que deseas es llorar. Dejar en el olvido aquellos lugares comunes, los sueños compartidos, abandonar tus propias necesidades para ocuparse al completo del otro. Estar hasta el último momento, facilitando el tránsito al "bien morir" a pesar de los sentimientos de impotencia, tristeza, ansiedad, injusticia.
Gracias, gracias, gracias, repetía a aquellas que lo cuidaban, besaba y se dejaba besar, acariciaba y se dejaba acariciar, sonreía siempre, lloraba y te hacía llorar. Nació en Cuenca, una ciudad bonita hasta por el nombre, es recipiente, es cauce. Él siempre estará en la "cuenca" de aquellos tesoros que permanecen con nosotros.
Dedico estas líneas, emocionado, a los que en éste u otro momento sufren enfermedades muy graves. También a sus familias, a los cuidadores y a los profesionales sanitarios que tienen como dogma de fe la empatía y la entrega a los demás. Muchos ánimos. @novoa48