Durante los últimos años, previos a su jubilación Alfonso preparó en detalle un plan que le permitiera adaptarse de la mejor manera posible a un nuevo modo de vida. Dejar de trabajar, organizar el tiempo, adaptarse a ingresos económicos menores y convivir con una nueva rutina le ocupó y preocupó mucho. Tanto que quiso organizar al milímetro su día a día para evitar una presumible depresión.
Apuntó en su libreta la hoja de ruta con la denominación: envejecimiento activo saludable y, 48 horas después de hacerse efectiva la jubilación se dispuso a ejecutar su proyecto de vida perfecto para disfrutar del tiempo libre. Lo llamó la triple A, y consistía en: Adoptar un perro, Andar mínimo 10.000 pasos y, Aprovechar el huerto de la vecina.
El primer día se levantó temprano y se dispuso a pasear la perra adoptada a la que puso como nombre Gloria entre las sendas y arboledas del río Gafos. Superó los 10.000 pasos al ritmo que le marcaba la mascota mezcla de beagle y otra raza desconocida. De vuelta a casa, ya un poco desfondado perdió de vista al animalito que se esfumó en la espesura de los matorrales cercanos, siguiendo sus instintos básicos, en la búsqueda de algún conejo saltarín. Entre silbidos, gritos y una larga espera se dio por vencido. Al fin y al cabo llevaba el chip reglamentario y algún momento la policía local se lo entregaría sano y salvo.
Cumplidos los dos primeros objetivos con pena y sin Gloria, inició no sin antes haberse empapado de múltiples videos tutoriales sobre cómo lograr el mejor huerto urbano en un mes, el proceso de arrancar las malas hierbas y cavar la tierra de la pequeña parcela que le cedió la vecina. Los movimientos repetitivos, rodilla en tierra, ponerse en cuclillas y doblar la espalda desembocaron después de 1 hora en un fuerte dolor lumbar y del menisco que lo obligaron a abandonar su loable tarea.
El día siguiente, a solas con el fisioterapeuta acostado en el diván después de varios masajes descontracturantes, en los que intentan devolverle los músculos a su estado natural, y previa entrega de un tríptico sobre higiene postural, Alfonso regresa a su casa pensando en positivo: “saber llevar bien los días malos es la clave para sentirse a gusto consigo mismo y con la vida”. Al poco tiempo, suena el timbre y le entregan a la perrita que salta de alegría y al cogerla en brazos lo lame con fruición.
Tres meses después compartimos un melón y unos tomates relucientes de su pequeño huerto que se ven bien, huelen bien y saben a gloria.
@novoa48