En España, tenemos una desgracia como otra cualquiera que es, la derecha que sufrimos. Una derecha que se dedica a poner palos en las ruedas de los avances de la nación siempre que no ejercen el poder. Una derecha que no ha votado a favor de los derechos sociales que nos han situado a la vanguardia del mundo democrático.
Más allá de su ideología, retrógrada, arcaica y anclada en el pasado, el problema es su falta de visión de la realidad que vivimos en la España del siglo XXI, que no es la de los Reyes Católicos, ni siquiera la de la Transición o la de hace veinte años. Muchos son los acontecimientos que han ocurrido, y que han sacado a la luz lo que realmente es España.
Por supuesto, algunos problemas que afloran hoy en día vienen arrastrados de épocas anteriores, pero ahora, la diferencia es que hay una democracia, y la gente tiene derecho a dar su opinión y reclamar derechos. Eso es lo que parece no entender la derecha, que se ha quedado en la Transición.
Pero, si la derecha es una desgracia, peor es el apéndice que, desde hace unos años, ha cobrado vida propia fuera de las faldas del PP. Me refiero a la extrema derecha de Vox, que supone, sin duda, la mayor amenaza para la democracia española a día de hoy.
Muy por encima de los desafíos soberanistas de los nacionalismos periféricos, el avance de la ultraderecha representa el auténtico peligro de la nación. Empezando porque su sola presencia, el odio que destilan y las ideas que tienen, aumentan y refuerzan la idea y las ansias de los independentistas.
A fin de cuentas, los independentistas buscan alcanzar un estado propio para sus territorios, legítimo siempre que se haga por los cauces democráticos que nuestro ordenamiento jurídico establece; pero la ultraderecha, lo que pretende es acallar a los que piensan diferente mediante la ilegalización de partidos.
Escuchar los discursos de Abascal, además de ser un ejercicio de infinita paciencia, da miedo. Cierto es que estamos protegidos por una democracia consolidada, con una mayoría parlamentaria de fuertes raíces democráticas, pero su mensaje es para estar alerta.
No debemos cejar en arrinconar a la ultraderecha porque, además, contamos con la deslealtad y el oportunismo del PP, de hecho, tienen el gran honor de haberlos metido en las instituciones cincuenta años después.
La investidura de Pedro Sánchez, en sí misma, representó lo que somos hoy en día. Una España muy plural que se une contra la ultraderecha y la derecha más desleal de los últimos años. Partidos de izquierdas, de derechas, nacionalistas… todos, menos el PP, juntos para señalar y arrinconar a la ultraderecha. Eso, ya justifica una legislatura.