Tres hechos que marcaron el devenir del Monasterio de Lérez

16 de febreiro 2018
Actualizado: 18 de xuño 2024

El 23 de marzo del año 1113 sucedió un acontecimiento inaudito en la iglesia del Monasterio de Lérez que probablemente nunca se volverá a repetir y contribuyó a que su nombre sonase en todos los rincones de Galicia.b>

El 23 de marzo del año 1113 sucedió un acontecimiento inaudito en la iglesia del Monasterio de Lérez que probablemente nunca se volverá a repetir y contribuyó a que su nombre sonase en todos los rincones de Galicia.

Lo que aconteció ese día en el Monasterio fue la Ordenación Episcopal de los obispos electos de Mondoñedo, don Munio Alfonso y de Oporto, Don Hugo.

Por aquellos tiempos la Archidiócesis de Braga (Portugal) era una de las más importantes de la cristiandad, ya que comprendía varias Diócesis de Portugal, también las del Reino de León y las de Galicia, excepto Santiago que dependía directamente del Papa desde el año 1095.

Como la Diócesis de Oporto, al igual que la de Mondoñedo, dependía de la Archidiócesis de Braga, la Ordenación Episcopal de Don Munio Alfonso y de Don Hugo debía celebrarla Don Mauricio Burdino, que era el Arzobispo Metropolitano de Braga. Y este decide celebrarla en un lugar intermedio entre Mondoñedo y Oporto, y elige la Catedral de Tui.

Puesto que los obispos electos eran canónigos de la Catedral de Santiago de Compostela, parecía obligada la asistencia del obispo de Santiago, a la sazón Don Diego Gelmírez, a su Ordenación Episcopal.

Gelmírez agradece la invitación, pero manifiesta que no podrá acudir a Tui ya que la situación política es muy inestable y debido a las revueltas sociales de aquel momento, no era prudente salir del territorio del Señorío de Santiago, cuyos límites llegaban hasta Redondela.

Dado que el arzobispo de Braga consideraba que era casi imprescindible la asistencia del obispo Gelmírez, decide cambiar el lugar de la Ordenación Episcopal, por lo tanto en lugar de celebrarse en la Catedral de Tui, se celebrará en la iglesia del Monasterio de Lérez.

Todo esto lo que nos hace pensar es que esta iglesia, debía ser extraordinariamente hermosa y amplia para poder acoger tan importante ceremonia. Asistiendo, además del Arzobispo bracarense y del obispo compostelano, los obispos de Ourense y Tui, varios abades y numerosos canónigos, nobles y caballeros de Galicia.

Sin lugar a duda que aquel domingo, 23 de marzo de 1113, fue una fecha clave en la historia del Monasterio de Lérez, llegando a alcanzar gran renombre por el número y la importancia de las personas que allí se reunieron, y por los acuerdos alcanzados.

Otro acontecimiento vital en la historia del monasterio benedictino acaeció en el año 1661. En ese año el Capítulo General de la Congregación de Valladolid le concede a Lérez un Colegio de Artes, unos estudios que hoy podrían equipararse a Humanidades y Filosofía.

La concesión de este Colegio será de suma importancia para el Monasterio pues le concederá una relevancia y un prestigio que no alcanzaron otros monasterios mucho más importantes por sus monumentales edificios, por la cantidad de sus prioratos, o por el gran número de monjes que formaban su comunidad, convirtiéndose, junto con Ribas de Sil y Poio, en uno de los tres monasterios benedictinos gallegos poseedores de un Colegio de Artes.

Tener un Colegio de Artes suponía que un gran número de monjes gallegos estudiarían en el Monasterio de Lérez. Algunos de esos alumnos llegarían a tener gran renombre a nivel internacional, como Fray Benito Jerónimo Feijoo y Fray Martín Sarmiento. Además de otros muchos que llegarían a ser abades o priores de distintos monasterios y de quienes desempeñarían cargos muy importantes en la Congregación, dando así fama y renombre a Lérez y también a Pontevedra.

El triste final de la vida conventual en el Monasterio de Lérez llegó con la exclaustración y la desamortización decretada por el Ministro Mendizábal entre los años 1835 y 1837.

Los Profesores y alumnos fueron expulsados por la fuerza de un Colegio que tanta gloria y prestigio había dado a Lérez y a Galicia y de un monasterio en el que durante casi mil años habían sido ejemplo de fe y de caridad, además de promotores de la cultura, del arte y del progreso social.

Con el abandono vendría el saqueo y la ruina. Desaparecieron los cálices, los ornamentos sagrados, las vestiduras litúrgicas y la fantástica biblioteca con los valiosísimos pergaminos y libros antiguos.