Sanxenxo

Hoy presentamos uno de sus numerosos artículos periodísticos, donde exalta las virtudes de una localidad como destino turístico. García de la Riega elogia la población por su gastronomía, sus paisajes y sus playas

La Asociación Cultural Celso García de la Riega quiere dar a conocer a de la Riega, en toda su extensión, no solo su trabajo sobre Colón, sino también su vasto conocimiento intelectual y cultural. Para ello, hoy presentamos uno de sus numerosos artículos periodísticos, donde exalta las virtudes de una localidad como destino turístico. García de la Riega elogia la población por su gastronomía, sus paisajes y sus playas, ideales para disfrutar de las aguas. En este artículo, podemos apreciar su visión de futuro. Escrito en 1882, el texto se presenta transcrito respetando la gramática original de la época.

 

 

"Ilustración Cantábrica" página 32 Tomo IV el año es de 1882

Sanjenjo

Las poéticas riberas donde las rías bajas de Galicia ofrecen a los bañistas innumerables pueblecillos, colocados en las situaciones más ventajosas para que aquellos olviden, durante el verano, la bulliciosa y agitada vida de las ciudades. Estos pueblecillos, que viven hoy tan sólo de la industria del mar,prosperan indudablemente el día que fáciles comunicaciones les hagan accesibles a las expediciones veraniegas del interior: sucederá con ellos lo que con los de Trouville, Deaville y otros puntos de la Bretaña y Normandía, escondidos antes en aquellas brumosas costas, y trasformados hoy en elegantes estaciones de baños.

El pueblo de Sanjenjo, en la ría de Pontevedra, es el único de la orilla derecha llamado a obtener próximo desarrollo, principalmente como punto de baños, en cuanto se hallen terminadas las líneas férreas del país y se concluya la carretera de diez a doce kilómetros que habrá de unirle a la capital de la provincia. Su situación, en el suave repecho de una colina frondosa, a entrada de la ría, casi en pleno Océano, y en el centro de una ancha ensenada, es bellísima. El puerto tiene un corto malecón, que termina en derruido muelle y se halla formado por una pequeña lengua de tierra y arena, con un peñascal en su extremo: sobre este peñascal se hallan edificados dos o tres almacenes de salazón. Colocada una persona en ese centro de la lengua de tierra, ve hacia la derecha la extensa. y ancha playa en semicírculo que une Sanjenjo con el pequeño caserío de Portonovo; y a la izquierda, el malecón citado, unas cuantas casas que baña la pleamar, y luego una, sucesión pequeñas playas encajadas entre arrecifes o peñascales, terminando en la punta o cabo de Festiñans. Todas estas playas a ambos lados de Sanjenjo, limpias, suaves y de finísima arena, parece que han sido creadas exprofeso para baños.

La población es reducida: fórmanla en gracioso grupo, desde la colina hasta el peñascal, unas noventa casas, en gran parte de pescadores y marineros: contiene algunos almacenes de salazón de sardina, cuyo género se exporta en poca cantidad, por más que esta industria, con pocos impulsos, probablemente crecería mucho y daría mayor importancia al puerto, dedicado casi exclusivamente al movimiento de lanchas pescadoras. En cambio, la calidad de la sardina es superior, como la de todos los peces que se crían en las rías bajas: día llegará en que las poblaciones del interior de España, surtidas hoy por los puertos del Cantábrico o del Mediterráneo conocerán y apreciarán las exquisitas condiciones del pescado extraído de las rías de Vigo, Pontevedra y Arosa. Cuando el ferrocarril traiga al centro de la Península las pescadillas y las nécoras de cualquiera de dichas rías, las tan celebradas de Cádiz y las bocas del Puerto no resistirán la comparación; las piardas reemplazaran a los boquerones de Alaga; sabrán los madrileños los que son verdaderos besugos, y entonces se pondrán al alcance de todas las fortunas, las almejas, los congrios, la merluza, los lenguados, los rodaballos, etc.

Las redes de los pescadores de Sanjenjo traen a la playa numerosos ejemplares de toda clase de peces; ¡cuantos son devueltos al mar por falta de compradores!

Las cercanías del pueblo, llenas de huertos, prados, bosques y jardines, son risueñas y encantadoras, ya se dirija el paseante hacia Arra o Noaya, ya hacia Nantes o Dorrón. Subiendo la colina en cuya falda se halla Sanjenjo, preséntase un espectáculo delicioso: a un lado la inmensa línea del Océano que empieza con las islas de Ons y va a perderse a espalda de las Cíes; en frente ancho espacio de mar, surcado por multitud de barcos pescadores, limitado por la ribera izquierda. de la ría con los pueblos y arenales de Mogor, Cela, Aldán, Bueu, Beluso y la entrada de la pequeña ría de Aldán. En el fondo, el magnífico puerto de Marín, los bajos de la barra y la isla del Tambo, que oculta la ensenada de Combarro y Campelo. En este último punto se ha formado hace años, con todas las condiciones científicas, un parque de ostricultura, visitado por el Sr. Paz Graells, y señalado, entre los de España, con el número I; dedicado en la actualidad, única y exclusivamente, a la cría de ostras; su explotación en grande escala no empezará hasta que el ferrocarril pueda ofrecer mercados.

A pesar de lo reducido que es el pueblo de Sanjenjo, existe en él un núcleo de buena sociedad que se acrecienta en la época de baños. Es cabeza de ayuntamiento y ayudantía de marina. De un extenso distrito; tiene casino, escuelas de niños y una pequeña, aunque bien cuidada iglesia parroquial. La mejor fiesta de las que se celebran en Sanjenjo, es la de Santa Rosalía, a principios de Setiembre, que constituye una vistosa y entretenida romería, y atrae gran concurrencia; en ella nunca falta una caravana de pontevedreses, galantemente recibida por la simpática familia de los duques de Patiño (que escogen dicha época para los baños), por el ayudante de Marina y por otros apreciables vecinos del pueblo, cuyos habitantes son en general afables y cariñosos con los forasteros.

Para terminar diré que los marineros de Sanjenjo y de la costa de su distrito son de los más excelentes que tripulan nuestros buques de guerra y nuestra marina mercante; decididos y valientes en las maniobras peligrosas, humildes y honrados en su trato, laboriosos y constantes en las rudas fatigas del mar, no tienen más ambición que la de cubrir las primeras necesidades de sus numerosas familias de ahí no pasan sus deseos e ilusiones. Los marineros de Sanjenjo y Portonovo, ya vayan al servicio de la armada, ya marchen a trabajar en la América del Sur, o en la isla de Cuba, vuelven con su ahorro a hacerse propietarios en su patria o a sacar inesperadamente de la estrechez y de la pobreza a sus nunca olvidadas familias. En La Habana, muchos de ellos ejercen animosamente las penosas industrias de boteros y de mozos de los almacenes de Casa-Blanca; y la verdad es que, digan lo que

quieran los que desconocen a Galicia, una de las glorias más grandes de la hermosa Suiza española es la circunstancia de que sus hijos, donde quiera que se les encuentra, siempre se les ve trabajando con perseverancia y honradez.

Celso García de la Riega

Asociación Cultural Celso García de la Riega