Prisciliano, sus vicisitudes y enigmas. Hereje o mártir

26 de xaneiro 2018
Actualizado: 18 de xuño 2024

En el siglo IV el cristianismo se había extendido rápidamente por toda la península Ibérica y en algún lugar no definido, de esa Hispania romanizada, allá por el año 340 nacería en el seno de una familia noble y muy acaudaladab> el que llegaría a ser obispo de Ávila y primer hereje ajusticiado del cristianismo, Prisciliano

En el siglo IV el cristianismo se había extendido rápidamente por toda la península Ibérica y en algún lugar no definido, de esa Hispania romanizada, allá por el año 340 nacería en el seno de una familia noble y muy acaudalada el que llegaría a ser obispo de Ávila y primer hereje ajusticiado del cristianismo, Prisciliano.

Aunque no hay una unanimidad de donde podría haber nacido y las hipótesis son variadas, es Próspero de Aquitania quien sostiene que Prisciliano habría nacido en la provincia romana de Gallaecia. Si bien el jurista galo Sulpicio Severo, contemporáneo de Prisciliano y que lo menciona ampliamente en su Historia Sacra, no dice nada de su lugar de nacimiento.

En torno al año 370 su familia lo envía a Burdigala (Burdeos) por aquella época el gran centro del saber y allí se forma con el retórico Delphidius quien se convertiría al cristianismo y con él su grupo de discípulos, entre ellos Prisciliano.

Parece ser que esta comunidad comenzó a tener problemas por vivir un cristianismo radical, ascético, buscando la purificación del espíritu por medio de la negación de los placeres materiales y esa honestidad no sentó bien a la comunidad religiosa de Burdeos que veían en ese comportamiento una recriminación a su conducta poco virtuosa, por lo cual Delphidius y sus discípulos se vieron obligados a abandonar Aquitania y se dirigieron a Hispania, asentándose en Gallaecia.

Instalados en la Península este grupo, en su gran mayoría seglares, tenían el objetivo de renovar la Iglesia desde dentro, teniendo como base textual el Antiguo Testamento y los evangelios apócrifos. Practicaban un notable radicalismo ascético con exhortaciones al abandono de las cosas materiales, renunciaban a la carne y el vino, defendían la virginidad a ultranza, proclamaban la igualdad de la mujer y condenaban tajantemente el lujo y el poder secularizado de los obispos.

Sulpicio Severo alude al carisma que poseía Prisciliano y a su gran atractivo físico, con una voz que encandilaba a quien lo escuchaba. Era tal el encanto que ejercía sobre las gentes y sobre todo entre las mujeres que lo seguían ciegamente.

Sus ideas y sus prédicas tuvieron gran éxito entre las clases populares por su rechazo a la unión de la Iglesia con el Estado Imperial y a la corrupción y enriquecimiento de las jerarquías eclesiásticas.

Tanto éxito llama la atención del obispo Higinio de Córdoba que denuncia ante el obispo metropolitano de Augusta Emérita, Hidacio de Mérida, la presencia de unos aristócratas que no respetan los dogmas de la Iglesia.

Ante tales acusaciones el obispo Hidacio de Mérida convoca un concilio en Caesar Augusta (Zaragoza), el 4 de octubre de 380. Acuden doce obispos y entre ellos el que se va a convertir en el más encarnizado enemigo de Prisciliano, Itacio de Ossonoba. Se les condena eclesiásticamente aunque esas condenas no fueron muy graves.

La enemistad entre Hidacio de Mérida y Prisciliano se fue acrecentado, hasta el punto de presentar los priscilianistas una denuncia ante la Santa Sede lo que conllevó a que Hidacio atacase formalmente a Prisciliano, aprovechando su consagración como obispo de Ávila, enviando una carta al emperador Graciano en la que denunciaba la aparición de elementos maniqueos en Hispania sin especificar nombres. El emperador ordena la expulsión de los maniqueos tanto de sus cargos eclesiásticos como del territorio imperial.

 

(Continúa…)