De sirenas, Mariños y cantares de gesta (Parte segunda y última)

19 de xaneiro 2018
Actualizado: 18 de xuño 2024

Volviendo a la leyenda de los Mariño y de esos amores que mantuvo el caballero con la sirena, caballero que no sería romano como nos cuenta la inscripción de la isla de Sálvora y sí que podría tratarse de Roldán b>que no habría muerto en Roncesvalles 

Volviendo a la leyenda de los Mariño y de esos amores que mantuvo el caballero con la sirena, caballero que no sería romano como nos cuenta la inscripción de la isla de Sálvora y sí que podría tratarse de Roldán que no habría muerto en Roncesvalles si no que se retiró a esta pequeña isla en busca del descanso de sus batallas y donde pasar de una manera tranquila y sosegada sus días.

Cuentan que este caballero, Roldán, cabalgaba una mañana por la orilla de la isla contemplando la inmensidad del mar cuando observó, a lo lejos, el cuerpo de lo que parecía una mujer tendido en la arena. Pensó que podría tratarse de los restos de un naufragio y hacia allí dirigió velozmente su caballo.

A medida que se aproximaba comenzó a distinguir los rasgos de una mujer joven y hermosa pero al llegar a su lado descubrió con sorpresa que de lo que realmente se trataba era de una sirena, un sirena bellísima de la que Roldán se quedó prendado. Lejos de huir se quedó ensimismado contemplando la belleza de la sirena y sin mediar palabra la tomó en brazos y la montó a lomos de su caballo para llevarla a su morada.

Durante días, pacientemente, Roldán fue quitando una a una con sus propias manos todas las escamas que cubrían el cuerpo de la sirena y una vez concluido la llevó a su lecho.

A la mañana siguiente, cuando se despertó, Roldán reparó en que no conocía el nombre de la bella sirena y fue entonces cuando le pregunto cómo se llamaba, pero esta no dijo nada, no respondió y Roldán se dio cuenta que era incapaz de pronunciar palabra alguna, se había enamorado de esa joven de la que solo sabía que había llegado del mar y por ello decidió que la llamaría Mariña.

Roldán y Mariña hallaron la felicidad juntos a pesar de que la sirena no conseguía articular palabra y esa felicidad de la pareja fue recompensada con la llegada de un primer retoño.

Fue en la mágica noche de San Juan cuando entre risas, canciones y bailes todos se reunían alrededor de la hoguera, en medio de la algarabía Mariña sonreía y mecía a su pequeño en el regazo. En un momento determinado Roldán se acercó a ella y tomó a su hijo en brazos, se aproximó a la hoguera para cumplir con el rito de saltarla y así purificarse, Mariña, que desconocía esta tradición, pensó que su marido había perdido la razón y que arrojaría a su hijo al fuego, en ese momento, un grito de desesperación salió de su garganta:

¡Hijo!

Desde ese mismo día, Mariña comenzó a hablar con normalidad y la felicidad de la pareja fue completa. Pasaron los años de feliz convivencia y de su amor surgió el linaje de los Mariño.

Pero un día Roldán murió y cuenta la leyenda que Mariña apenada decidió regresar al mar y lo hizo poniendo antes una condición: cada generación venidera de los Mariño le harían entrega de un niño que se llevaría al mar; el elegido sería reconocido por tener, al igual que ese mar, los ojos azules.

Parece ser que con el tiempo esa condición cayó en el olvido y se dejó de cumplir lo que conllevó a que fuese la sirena quien desde entonces y cada cierto tiempo se llevase un vástago de cada generación y parece ser que así fue, a lo largo de los siglos fueron varios los Mariño que perecieron en infortunios de la mar y dicen que todos ellos tenían los ojos azules.