Siempre hay cadáveres prescindibles (Parte 38ª)

31 de outubro 2023
Actualizado: 18 de xuño 2024

En el restaurante todo parecía estar controlado. El equilibrio de la decoración, el murmullo de las conversaciones en las mesas, el trajín de los camareros, la tenue iluminación que bañaba el local como si de un atardecer se tratase, todo se distinguía por una consonancia que solía embriagar a los comensales a poco que se sentaran en las mesas

CAPITULO 9

 

 

En el restaurante todo parecía estar controlado. El equilibrio de la decoración, el murmullo de las conversaciones en las mesas, el trajín de los camareros, la tenue iluminación que bañaba el local como si de un atardecer se tratase, todo se distinguía por una consonancia que solía embriagar a los comensales a poco que se sentaran en las mesas.

Cosme Figueras lo sabía de sobra. En su infinita lista de conquistas amorosas figuraba el nombre del restaurante con mención especial. No es que con Natalia tuviese que emplearse a fondo en el arte de seducción, pues ya salían desde hacía casi cuatro años, sin embargo la presión que le pesaba a ella últimamente le hizo optar por recurrir al remanso de paz de ese local. Ella al principio rehusó salir a cenar, prefería hacerlo en casa sin tener que pensar en la vestimenta, ni en el desplazamiento, pero acabó accediendo haciendo caso a la insistente recomendación de Cosme. "Una buena cena y una sobremesa con una buena copa entre las manos te vendrá de perlas", le dijo él con esa mirada embaucadora que tantas gracias le dio siempre.

— Así me gusta verte siempre: radiante y ligera.

Le dijo él, acabado el postre.

Natalia hizo un ademán con la mano para quitarle importancia pero se le escapó una sonrisita coqueta.

— Qué zalamero eres, me ves por fuera pero por dentro… -dijo llevándose la mano al centro del escote- sigo sintiendo esa inquietud. Tal vez no tendríamos tenido que llegar tan lejos. Me quita el sueño, te lo prometo.

Cosme se pasó los dedos entre su sedoso y abundante cabello entrecano para echárselo por encima de la oreja. Tenía los ojos ligeramente azulados y solía guiñarlos cuando sonreía de manera adorable, según decían sus conquistadas.

Natalia y él se conocieron años atrás cuando ambos trabajaban para la Hacienda Pública. Ella era una de tantas funcionarias que se pasaban el día frente a una pantalla de ordenador entre cifras y más cifras. Cosme era un subsecretario de clasificación de contratistas y registro de contratos, todo un puestazo. Se conocieron en una fiesta que dio el departamento en honor a la jubilación del Secretario General. Cosme, solterón de vida muy alegre, se fijó en ella y comenzó su asedio. Natalia, ya separada de Nemesio Acebal hacía años, no se resistió lo más mínimo. Pronto se dieron cuenta de que una de las cosas que más les unía era su disgusto por un trabajo aburrido y que se quedaba corto a sus expectativas. Los dos soñaban con una vida de lujo y despilfarro que con sus puestos laborales no les alcanzaba.

Cosme Figueras, a los pocos meses de conocerse, le confesó un plan para abandonar el fisco de una vez por todas y adentrarse en el mundo que adoraban. La clave se llamaba Torcuato Samper, un magnate emergente, hecho a sí mismo y con pocos escrúpulos que destacaba en el ámbito empresarial. Cosme, debido a su cargo, había tenido relación con la empresa de Samper en algunos asuntos de adjudicaciones turbias, y estaba seguro que, formando parte de su equipo, ellos alcanzarían cargos de relevancia a nada que se lo propusieran. Era una empresa con un porvenir triunfador.

— El quid de la cuestión está en ti, cariño.

Le dijo Cosme, alzando una ceja y señalándole con su dedo índice entre los ojos.

Tendría que seducirle, sencillamente. A Natalia, en un principio, le pareció abominable que "precisamente tú me pongas como cebo; creía que para ti era algo más serio”. Pero Cosme le habló del dinero que podía producir ese acercamiento para los dos y ella accedió remilgosa pero ilusionada. "Si fuese yo quien me acercara primero el éxito sería más a largo plazo. El cambiar de faldas de continuo le pone y ese será nuestro anzuelo”, le aseguró persuasivo.

— Este mismo fin de semana se organiza una cena de empresarios madrileños en el que puedes hacer tu aparición estelar. No fallarás. Yo me encargo para que aparezcas entre los invitados. Tus encantos de mujer madura le serán irresistibles.

— ¿Tendré que llegar a acostarme con él? -preguntó, mordiéndose la mitad del labio.

— Bueno, puede ser -contestó Cosme cogiéndola la mano- Pero Samper es un tío tremendamente religioso y no creo que sea lo habitual. Se cansará de ti pronto, nena. Lo hace con todas menos con su esposa. Como todos los meapilas, arrasan inflexibles con su empresa a todo el que se ponga por delante y, sin embargo, sienten una devoción sui generis por la familia.

Y así sucedió. En cosa de menos de un año Natalia Costán era Directora Comercial de la empresa inversora de Samper INTORSAM y Cosme Figueras adjunto de dirección de activos de CONTORSAM E INTORSAM. Las previsiones de Cosme no pudieron ser más acertadas y Torcuato Samper apenas dudó en hacerles participes de su cosmos empresarial. El puesto relevante de Figueras en Hacienda y las cuatro noches que tuvo que regalarle Natalia amor carnal bastaron para que el potentado contara con ellos. Les bastó andar alejados en sus lugares de trabajo unos meses para luego, cuando Samper se olvidó del cuerpo de Natalia por otra secretaria más joven y escultural, hacerse pareja pública. "Te llevas una mujer de bandera. Te lo digo yo”, le dijo riéndose guasón Samper cuando se enteró de su relación.

— Todo está controlado, querida -dijo Cosme después de encargar dos copas de Calvados en copa de cóctel- El asunto se ha liado un poco, lo reconozco, pero Torcuato sabrá manejarlo.

Natalia dio un suspiro y movió la cabeza con pesadumbre.

— No sé, me asusta. -añadió con un deje angustioso- Me asegurasteis que lo de Nemesio era sólo cuestión de dejar hacer a esos cachorros salvajes que tenéis bien sujetos. Pero se ha liado todo, Cosme. Es que, ¿no lo ves?

Él volvió a pasarse la mano por los cabellos para, seguidamente, coger la mano de ella y apretarla con convencimiento.

— Es cosa de ese idiota que se metió por en medio, nada más. En cuanto al tema del futbolista fue algo colateral; parece ser que el chaval estaba arrepentido e iba a hablar más de la cuenta. Era necesario que no hablara, nena, y tú lo sabes igual que yo.

Natalia estaba más molesta a medida que hablaba. Tenía cogida la servilleta con la mano libre y la retorcía hasta que sus nudillos blanquearon.

— Sí, el gilipuertas del sombrerito -dijo con rabia- Ese nos la lía, Cosme.

— Pues te confío que puedes estar tranquila: ese gilipuertas está con tu maridito. -e hizo un gesto doblando la cabeza- Caput, nena, caput.

El camarero vino con las dos copas de cóctel. Las colocó milimétricamente frente a cada uno y se despidió con una ligera inclinación de cabeza.

Cosme tomó la copa para acercarla al rostro de ella.

— Brindemos por nuestro brillante futuro, querida.

Natalia cogió remolona la copa y la chocó con la de él. El contacto de los cristales le chirrió en los oídos y apenas le dejó mojarse los labios con el delicado aguardiente. Escudriñó la cara jocunda de Cosme y añadió malhumorada.

— ¡Vámonos!