Personas capaces de luchar por sus derechos y que una vez logran desenmascarar la tropelía y a quien la ejerce renuncian a ellos en beneficio de otros que, posiblemente y, en mi opinión, debieron estar a la altura de su cargo y posicionarse dando un paso adelante para que lo ilícito no tuviese cabida y, lamentablemente, hoy cargan con el peso de no haberlo hecho y, además, con la certeza de que sus nombramientos se los otorga el honor de quien sí, con toda seguridad, no habría dudado en dar la cara por ellos.
Hablo del Coronel de la Guardia Civil, Don Diego Pérez de los Cobos, quien ha sido noticia en los últimos tiempos por haber tenido que hacer valer sus derechos y demostrar su integridad en los juzgados y, por último, que habiendo logrado dejar de relieve la verdad, renuncia a la ejecución de la sentencia ya que eso iría en detrimento de otros.
Creo que pocas personas actuarían como él, y muy a mi pesar creo que demasiadas lo harían como los que actuaron en su contra por, sencillamente, ser honesto y fiel a los principios que representó toda su vida donde su labor fue hacer valer la justicia y la verdad como una única vía que no precisa de explicaciones, excusas ni justificaciones.
Fiel a sus palabras ha logrado lo que se había propuesto, que no es otra cosa que cumplir y exigir los valores de identidad del Benemérito Cuerpo al que perteneció y al que por siempre pertenecerá: "Honor, disciplina, espíritu de sacrificio y lealtad, alejado de la sumisión y el servilismo". Pero, además, en tiempos como los que vivimos, ha realizado la proeza de ir contra la corriente de maniatados consentidores cuyo fin es la de aprovechar su condición y de ella sacar el mayor rédito aunque para ello hayan de renunciar, en el caso de que los tuviesen, cosa que en algún caso dudo, de los principios que se les supone y de los que hacen alarde de forma constante creyéndose su falacia, y pensando que de mucho repetirla la convertirán en verdad.
Tiempos donde el "sálvese quien pueda" es la consigna de los zafios, donde la honorabilidad se considera retrógrada, donde la palabra vale lo mismo que el silencio y, de este, incluso hay quien se atreve a definirlo como solvencia, donde el liderazgo desaparece dando lugar a una ineptocracia de manual, donde se hace la trampa usando como servidumbre la ley y donde lo incorrecto es progreso.
Por todo ello, Don Diego, gracias por demostrar que aún hay esperanza y que es el monje el que hace al hábito y los títulos no hacen señores.
Ha cumplido con creces su misión y se va por la puerta grande, como bien usted dijo: "con la conciencia tranquila y la cabeza alta".
Se va usted siendo GUARDIA CIVIL.