A veces uno se pone a hacer planes, momento que llega tras converger dos premisas: 1- no tener otra cosa que hacer y 2- estar con ganas de hacer algo. Pongamos que uno de esos planes se concreta en la forma siguiente: comenzar a hacer deporte. Donde dice "deporte" entiéndase "caminar", ya que a día de hoy es lo que uno entiende por deporte.
Estamos entonces en que uno se ha trazado el magistral plan de hacer deporte, aka caminar. Y que ha desarrollado tal plan fijando una serie de días a la semana y una serie de horas para materializarlo. Un plan sigue siendo un plan aunque no se concrete, ojo, pero es algo absolutamente inútil, salvo para demostrar que la mente de uno aún es capaz de planificar, que llegará un momento que ya le contaré a ustedes, si es que entonces aún puedo. Comprometidos, por tanto, con la realización material del plan, llega el día y la hora de salir a caminar. Lo primero es asomarse a la ventana. Puede haber un vendaval, un tornado, un huracán, un ciclón, un ventarrón, una galerna, un torbellino...; puede estar cayendo una lluvia torrencial, o granizo, o nieve... En cuyo caso ya no hay ninguna dificultad que superar, puesto que cualquiera de esos impedimentos es insuperable. Se queda uno en casita y tan contento. A leer un buen libro o a ver una buena serie o a escuchar uno de esos discos que hace tiempo que tienes ganas de escuchar con atención. Cualquiera de esas actividades, mientras en el exterior se desatan las fuerzas de la naturaleza en su versión más hostil, es una maravilla. Y cuanto más desatadas están, más disfrutas tú de la comodidad de tu hogar.
Lo que sucede algunas veces es que no existe ningún impedimento meteorológico para poner en acción el plan de caminar, pero aparecen unas fuerzas internas poderosísimas que lo compromenten, lo dificultan en demasía e incluso lo imposibilitan totalmente. La sabiduría popular resume ese conjunto de fuerzas internas en la expresión: "qué poca gana". Uno mira por la ventana hacia el cielo azul, deseando ver aparecer una mancha nubosa, cuanto más oscura mejor; o agudiza el oído por si llega a escuchar el sonido del trueno, pero todo indica que la climatología es perfecta para salir a caminar. Y, sin embargo, ahí adentro, algo se ha hecho bola: hay una invasión de sentimientos y emociones reactivas a la caminata, un barullo de sensaciones negativas que solo traen desazón y desesperanza ante la idea de salir a caminar en ese momento.
Contrariamente a lo que podría parecer, hay que ser un verdadero héroe para dejarse arrastrar por esas ideas negativas, para no sobreponerse a ella de un plumazo y continuar con el plan trazado y salir a hacer deporte caiga quien caiga. Hay que tener una asertividad a prueba de bomba, una determinación titánica, para enfrentarse a las consecuencias de quedarse en casa, para afrontar toda la marea de reproches y remordimientos que perseguirán a uno, llegando incluso al autoinsulto, a la autodeprecación. Hay que tener una gran presencia de ánimo, una templanza poco común, para sucumbir a la idea con una frase del estilo "va a ir tu tía". Madera de héroe, es lo que atesoro.