Un encuentro insospechado (Parte 10ª)

25 de marzo 2025

Hazan se había subido al último peldaño de entrada a la casa prefabricada como si deseara demostrarles, por encima de sus cabezas, que su supremacía en el proyecto literario era incuestionable

— Nos encontramos ante el pabellón principal del proyecto literario más importante que jamás se vio en el mundo. Veamos sus tripas, señoras y señores.

Hazan se había subido al último peldaño de entrada a la casa prefabricada como si deseara demostrarles, por encima de sus cabezas, que su supremacía en el proyecto literario era incuestionable. Sacó pecho dentro de su bata inmaculada y dedicó, especialmente a las dos jóvenes, una sonrisa resplandeciente.

De los cuatro o cinco grupos de casas prefabricadas dentro del vallado esta era la más deteriorada. Todas, excepto por la que salió Hazan y sus colaboradoras, tenían un aspecto dejado (su pintura cuarteada, algunos de los cristales de sus ventanas rotos, sus puertas desvencijadas) pero en esta los desperfectos eran más notorios. Al entrar, un olor a hacinamiento te detenía sin querer. Lauro arrugó la nariz a la par que sintió un frío similar al que hacía en la casona de los Llunell. Miró al resto de la comitiva pero en ninguno advirtió signo parecido al suyo.

Instantes después, cuando la escasa luz de los fluorescentes del techo le permitió cierta nitidez, escudriñó a unas doscientas o trescientas personas, hombres y mujeres, en varias filas paralelas y junto a una pequeña mesa en la que reposaba un pc portátil. Todos ataviados con un mono gris, en el que en su pechera lucía el nombre de la Fundación, con un claro aspecto desaliñado y con un mohín anodino pintado en el rostro.

Hazan, tras levantar sus manos, todos corearon: Bienvenidos a todos y al quese parece tanto tanto a Hugh Grant.

Arnau Llunell, un paso por delante de los demás, saludó juntando las dos manos y luego estrechándoselas a Hazan. Hubo un aplauso general y desganado de apenas varios segundos.

Lauro no paraba de observar, cada vez más desconcertado, las caras mustias de los que se suponían eran los "escritores" participes en el proyecto de la Fundación Llunell. Su apariencia sucia y su evidente actitud desidiosa le parecían lo más alejado a un escritor implicado en un proyecto literario de tal envergadura. Buscó respuesta en Álvaro y este se encogió de hombros señalando a Hazan que tomaba la palabra de nuevo.

— Ahora a trabajar todos, colegas agradecidos -dijo con indisimulado retintín, agitando las manos varias veces y jaleado por las jovencitas que ahogaban unas risitas.

Todos los que vestían el mono se fueron sentando en las mesas tan despaciosamente como con abulia. Escalonadamente se fue escuchando algún tecleo y, casi a la vez, el zumbido de una enorme maquinaria iluminando unas lucecitas de varios colores.

El licenciado hizo una seña a los visitantes y todos fueron acercándose a esa máquina sobre la que se encaramaba una descomunal pantalla. Aparecía alguna que otra frase, más corta o más larga, que era borrada de manera fulminante tras un par de segundos fija en la pantalla.

— Nos encontramos frente al auténtico cerebro del proyecto -dijo Hazan, señalando de arribabajo el aparato- Se trata, nada más y menos, que del súper procesador que filtra el material literario que trasmiten nuestros escritores agradecidos, incluso lo generado por el material desagradecido, aquel que se pudo recomponer, claro está, para su evaluación. Permítanme que les vuelva a repetir, oído señor Llunell, que la materia prima que propala los textos es necia, con lo cual casi todo lo escrito es pura basura y el súper procesador lo desecha, evidentemente. Ni que decir tiene que los algoritmos que dictaminan la pureza literaria son obra mía y que el súper procesador responde eficientemente a esa máxima con la resultante de una belleza literaria pura.

Las dos jóvenes aplaudieron a rabiar a lo que Hazan respondió atusándose el cabello sobre las sienes.

— Pero, Hazan, me gustaría ver otra vez esas diez páginas definitivas -dijo el patriarca, soslayando el continuo borrado de frases de la pantalla- Pienso que, comprobando lo positivo del proyecto, el señor García se llevará una visión más optimista, sin olvidar, por supuesto, que tamaña obra maestra debe ser concienzuda y pausada, ¿no es así?

Hazan asintió. Les llevó hacia la trasera de la máquina y extrajo un pequeño teclado de un estante inferior. Luego tomó un cable para conectarlo al súper procesador. Tecleó algo y les invitó a que lo apreciaran en la pantalla grande.

— Tenéis la primicia de contemplar las primeras diez páginas de una obra literaria que conmoverá al mundo artístico.

La letra era demasiado diminuta para poder leerla desde abajo, sin embargo el titulo de la obra en cuestión y su autor se veía con absoluta nitidez.

 

LA OBRA MAGNA DE LA LITERATURA UNIVERSAL

POR

MOSHE HAZAN

 

Arrancaron a aplaudir las dos mujeres y luego lo hicieron todos los demás. Hazan hizo un par de reverencias y recompuso su atavío para después comenzar un discurso. Se encaramó a una de las esquinas del soporte que sujetaba la máquina y comenzó su alocución.

— Muchas gracias, señoras y señores. Sé que son todavía escasas las páginas de esta obra magna que, sin duda, revolucionará el mundo de la literatura. Lo que sí os aseguro es que…

Lauro sintió que alguien le chistaba por su nombre. Se volvió hacia los "potenciales escritores" y se encontró con el rostro de Aurora.

— ¿Qué leches haces aquí? -le preguntó sorprendido Lauro, desplazándose del grupo que escuchaba a Hazan.

En comparación con el resto de los que vestían los monos, Aurora estaba radiante. Aunque llevaba la misma vestimenta, su cara, sus cabellos y su misma actitud eran del todo diferentes a los demás. Encajó la pregunta de Lauro risueña, desinhibida, con la tranquilidad de quien está en el lugar adecuado haciendo lo correcto.

— Formo parte del grupo de escritores agradecidos. El caso es que le conté a Doru, cuando me llevaba a casa, por cierto un tío encantador, amable, a pesar de su pinta de matón de barrio, pues le conté que yo, desde hacía muchos años, escribía un diario. Entonces él, ni corto ni perezoso, me propuso que bien podía integrarme en el grupo de escritores agradecidos. Así que me trajo de vuelta y aquí ando en mi primer día de trabajo.

Lauro estaba perplejo. La miraba a ella, a su alrededor, a los que escuchaban extasiados a Hazan, y le parecía que estaba dentro de una pesadilla. ¿Qué locura era todo aquello? ¿Qué narices hacia él allí?

— Sé que no estaré al nivel tuyo, ni de otros, pero pondré mi granito de arena en ese libraco de la Fundación -siguió ella.

"Por cierto, ¿has visto donde tienen a los desagradecidos imposibles?"

Lauro negó con la cabeza sin poder articular palabra. Ante él estaba su vecina que resultaba que también era escritora aficionada y que también servía para colaborar con la obra magna de la Fundación Llunell. Mientras a sus espaldas escuchaba la soflama de Hazan ensalzando su excelso cometido, se pellizcó a ver si despertaba.