Un encuentro insospechado (Parte 9ª)

18 de marzo 2025

El tal doctor Hazan salió de una de esas casitas prefabricadas, la cual, a diferencia de las otras que se veían, tenía el recuadro de las ventanas pintadas de un azul intenso y en su frontispicio un letrero en el que se leía FUNDACIÓN ARTISTICA LLUNEL

A la mañana siguiente, en el desayuno, en el que faltó Arnau Llunell "porque mi padre madruga en exceso", como le excusó Álvaro, nadie parecía querer hablar sobre la inminente visita a la Fundación. El silencio de los tres se acompañaba por el entrechocar de las cucharillas y el segundero machacón de un reloj de pared decimonónico. Pero Lauro, que sentía una evidente ansiedad que le procuró un sueño intranquilo toda la noche, no pudo por menos que preguntar a los hermanos para que le adelantaran algo.

— No te hagas líos, Lauro -contestó Álvaro ante la notoria indecisión de su hermano mayor que seguía con su actitud introvertida- Mi padre maneja él solito todo esto, con la inestimable ayuda del doctor Hazan, y te lo darán todo masticado. Nosotros, como ya oíste ayer, pintamos lo justo y menos. No vale comerse el coco demasiado.

El joven miró a su hermano con intensidad y esto le violentó tanto que se atrevió a decir unas palabras.

— Desde luego que sí -dijo Roberto como si las palabras le saliesen del fondo de un pozo insondable- Pero padre no lo hace con mala fe; es alguien que se ha hecho a sí mismo y exige perfección. Comprendo su tesón.

Álvaro meneó la cabeza negativamente mientras bebía los últimos restos de su café.

En la puerta de la mansión les esperaba el patriarca dando paseítos. Se había puesto un traje más festivo, color crudo, y una corbata a rayas azules. Se estiró ufano sobre su vestimenta antes de darles a todos los buenos días.

Después, él, Álvaro y Lauro se dirigieron hacia la barrera del vigilante que la noche pasada atisbó Lauro desde la ventana de su habitación. Metros antes de que llegara la comitiva, el vigilante salió de su garita y les hizo una forzada y ridícula reverencia a los tres.

— Para empezar, señor García, vamos a conocer a la persona que coordina todo el engranaje de la Fundación, el señor Hazan, licenciado y doctor en Teoría Literaria y Literatura Comparada. Es judío, pero es buena persona aunque algo puñetero también.

Esto último se lo contó a Lauro acercándosele a la oreja y haciéndole un guiño cómplice.

El tal doctor Hazan salió de una de esas casitas prefabricadas, la cual, a diferencia de las otras que se veían, tenía el recuadro de las ventanas pintadas de un azul intenso y en su frontispicio un letrero en el que se leía FUNDACIÓN ARTISTICA LLUNELL. Hazan llevaba una bata blanca bajo la cual anudaba una corbata de colores chillones. Dio un par de pasos y saludó a todos agitando la mano. Tras él, salieron dos mujeres jóvenes con unas batas a mitad de los muslos y un escote prolongado. Lauro se percató de su ligera tiritera al salir al frío de la mañana invernal tan ligeras de ropa.

— Doctor Hazan, le traigo otra pieza en bruto para nuestro proyecto artístico.

Arnau Llunell elevó la voz y señaló con toda prosopopeya a Lauro.

El doctor Hazan arrugó un poco la nariz y se volvió como si deseara consultar algo con las jóvenes.

— ¿En qué materia está licenciado, caballero? ¿Universidad de Estados Unidos, Reino Unido, o acaso optó por alguna nacional?

La voz del doctor sonaba demasiado grave para su aspecto menudo y su baja estatura. Tras sus gafas enormes de montura negra, sus ojillos escrutaban al presentado como si fuese un objeto extraño.

Lauro se encogió de hombros y llegó a exhalar un apocado no he ido a ninguna universidad, señor.

Hazan volvió a mirar a las chicas y estas rieron al unísono de manera remilgada.

— Pero mi querido señor Llunell, -comenzó diciendo el licenciado dando vueltas en torno a los tres- ¿cómo voy a sacar provecho para nuestro proyecto con todos estos analfabestias que usted y sus hijos me traen? C´est imposible!! Cervantes, Shakespeare, Flaubert, Eliot, Dostoyevski, Goethe….. ¿Dónde están esos futuros artistas? ¿Qué obra magna podremos crear para superarlos con tipos como este que me trae? ¿Es posible superar en belleza a La Chanson de Roland con estos mimbres? Ce n´est pas possible, mon Dieu!

Lauro se había parapetado tras las espaldas de los Llunell. Se hallaba avergonzado, insultado, y a no ser porque la misma vergüenza le tenía atenazado, hubiera salido corriendo de aquel lugar.

— Vamos a ver, señor, ¿con que obra se presenta a la Fundación?

Hazan se plantó de repente ante la cara de Lauro y le preguntaba con incontenida ironía.

— Ha escrito tres páginas, Hazan -se adelantó el patriarca intentando poner orden en la situación- Pero es suficiente, compréndalo. Necesitamos esa materia prima, virginal, pura, para construir nuestra joya literaria. En eso siempre estuvimos de acuerdo. Lo que hayan escrito importa una higa, ¿no es así?

Llunell se interpuso entre los dos y desplazó con su barriga a Hazan.

— Le pago más que bien a usted y a sus….colaboradoras por hacer real nuestro objetivo.

Hazan se volvió hacia las muchachas y les sonrió escuetamente. Ellas, al tiempo, como lo hicieron antes, corearon: Se parece tanto, tanto, a Hugh Grant, y pusieron unos morritos mimosos.

El licenciado, más calmado, ajustándose el nudo de la corbata, dio un giro circense para encarar a Llunell.

— En eso tiene toda la razón, Llunell: me paga la mar de bien. Entonces pues bien, acogeremos a este señor en la Fundación. Otro órdago más.

El patriarca sonrió unos segundos y, acto seguido, enarcó las cejas y subió el mentón.

— ¿Cómo va la estadística de paginado? -preguntó.

Hazan ahogó una risita que contagió a las muchachas.

— Llevamos diez páginas, señor Llunell. Todo un logro si tenemos en cuenta la falta total de calidad de la materia prima.

Llunell se quedó pensativo unos instantes y después añadió: Lo importante es que esaspáginas sean excelsas, Hazan. Sigamos con la visita.

El patriarca y el doctor encabezaron el grupo mientras las muchachas lo cerraban cuchicheando.

— No te preocupes, Lauro. Hazan está como una puta cabra pero es un buen director artístico.

Los dos caminaban lo bastante separados de la cabeza del grupo.

— Es que no entiendo nada, Álvaro -dijo Lauro compungido- Cada frase que escucho me desorienta más.

El joven le hizo una seña restando enjundia.

— Todo irá bien, ya verás.

Pero Lauro notaba que Álvaro había perdido esa seducción dialéctica. Desde las palabras despreciativas del padre al joven y a su hermano se la veía menos seguro de si, como si su fiel convencimiento a la labor de su padre se hubiese desvanecido. Sus frases sonaban impuestas, faltas de seguridad.

Al llegar a otra de las casitas prefabricadas Hazan y Llunell detuvieron al grupo en la puerta. Se miraron alternativamente y, al fin, tomó la palabra el licenciado. Se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz y se atusó el cabello sobre las sienes. Detrás de todos, las muchachas parecieron enloquecer de regocijo dando chillidos cortos y bailoteando. Es el mismísimo Hugh Grant , dijeron histéricas.