Entro en un bar a tomar un café y oigo a mi lado (nos pasa a todos) las peticiones de clientes vecinos: póngame un café descafeinado, largo de café, con poca leche, templada, de soja, a mí otro con desnatada…El camarero, en un alarde de excelente memoria, no necesita tomar nota. Recuerdo aquel otro tiempo en que los cafés eran: solo, cortado y con leche. Cómo nos alargamos en determinadas expresiones, usos del lenguaje y - de qué manera - economizamos en otros. El término "arrancar" se extiende como sinónimo único de "empezar", "comenzar", " iniciar". Estos últimos verbos apenas se usan ya con ese significado. Arrancar ha pasado de utilizarse, casi únicamente, en competiciones deportivas a generalizarse en cualquier ámbito. Lo mismo sucede con "brutal", o "bestial": hay goles brutales, discursos brutales, conciertos bestiales… Diríase que el uso de "violencia" que les otorga la RAE (consúltese), se evidencia. El idioma se preña de la agresividad creciente en nuestras sociedades ultra-liberales. Sucede algo parecido con más palabras, por ejemplo "genial" ( antes era genial Einstein) como único adjetivo para todo lo bueno y positivo. Si bien es verdad que aquí no hay agresividad sino elogio gratuito y no siempre merecido. Significa más bien una especie de rutinaria aproximación afectiva: eres genial, "qué bien has hecho esto" , "qué bien estuviste". La presencia de la sentimentalidad - el psiquiatra y escritor inglés Theodore Dalrymple ha teorizado brillantemente sobre "el sentimentalismo tóxico" - complementaría , de manera ambivalente, la dureza de "arrancar" o de "brutal" con la suavidad de "genial". Disimulamos la agresividad que genera una sociedad tan competitiva con formas que representan el culto a los sentimientos. Dice Dalrymple que existe una frivolidad en el tratamiento de muchas informaciones que hace que desaparezcan las diferencias entre un hecho histórico y un culebrón televisivo.
Recientemente una noticia que ha aparecido en casi todos los medios de comunicación "serios" acerca de un accidente anestésico con Propofol (o error médico, ¿por qué no?, hay errores en todas las profesiones) ha bordeado aspectos sensacionalistas más propios de otro tipo de prensa. El abandonar la lógica en favor del culto a los sentimientos puede tener consecuencias perversas. Este hecho lo describe muy claramente Dalrymple en su conocida teoría acerca del llamado "sentimentalismo tóxico".
Mientras camino desde el bar hacía casa, voy charlando con un amigo que me recuerda , sin ni siquiera remontarse a la Torre de Babel, cómo han ido cambiando las lenguas, los idiomas ; cómo crecen, se expanden, cambian y algunas mueren. Intenta que le quite hierro a esa exagerada indignación mía por el uso de "arrancar" y demás. Y me convence, claro, pero – los obsesivos somos así – creo que hoy me voy a quedar aislado en casa, para no oír demasiadas tonterías. La incomunicación ocasional puede ser también necesaria. El filósofo Jorge Freire en su libro "La banalidad del bien" recomienda el aburrimiento y cita a su maestro José Bergamín que decía que el aburrimiento de la ostra produce perlas. Aburrirse es - dice Freire- la condición necesaria para poder pensar. Me dura poco esa situación : me acuerdo del capítulo de Rayuela de Cortázar en el que, con un torrente de palabras inventadas por él, consigue hacer que leamos – maravilloso descubrimiento del lenguaje – un poema de amor. En el libro que tengo al lado – la poesía y el cine también son lenguajes – Pasolini en una entrevista asevera, más aún, nos demuestra, que la poesía no se consume. Me consuela.