El mundo está revuelto. No es nada nuevo, en todas las épocas de la historia ha habido conflictos y guerras; pero parece que los avances tecnológicos y científicos de la humanidad, no van acorde con el desarrollo del cerebro humano para evitar que nos sigamos matando sin motivo.
Las guerras son cosas de los ejércitos, no de la población civil, que se ve envuelta en problemas que no han generado y que, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera sirven para resolver sus problemas. En las guerras se dirimen los problemas de los gobernantes que las promueven, nada más.
Oriente Medio ha vuelto a las primeras planas informativas por una nueva masacre. Se habla de reactivación del conflicto, pero, en rigor, nunca han dejado de estar en disputa. Es como si, cada cierto tiempo, a uno de los bandos le conviniese azuzar el avispero del otro para que la llama del odio siga encendida. Hace más de 50 años que conozco este asunto, y en todo este tiempo, no he visto el mínimo interés por ninguna de las partes para resolverlo, todo lo contrario.
En todo caso, lo que está ocurriendo en Gaza nos deja a todos en una posición bastante incómoda como seres racionales que se supone que somos. En una posición de pequeñez, de insignificancia y falta de altura moral. Todo el mundo se limita a ponerse de uno u otro bando en función de la ideología que defiendan sus líderes, con mensajes de un simplismo bochornoso que, poco o nada, ayudan a la resolución de los problemas. Más bien todo lo contrario.
Sin embargo, visto desde fuera, lo primero que hay que hacer es posicionarse del lado de los derechos humanos antes que de la política. Antes de analizar quién tiene o no razón, hay que ver las enormes injusticias que se cometen contra la población civil. Pero eso, lo hace poca gente.
Ciertamente, y objetivamente, hay verdades absolutas de lo que está ocurriendo en la zona. Lo primero es que Hamás es una organización terrorista que tiene atemorizados a israelíes y palestinos. Pero tampoco es menos cierto que no estamos ante una guerra entre dos estados, que no se enfrentan fuerzas iguales, que no se trata de una lucha entre dos ejércitos por defender una agresión, que Israel se ha anexionado territorios que no eran suyos, que los palestinos de la franja de Gaza viven en una situación inhumana por los bloqueos que les ejerce Israel y, también, que la forma de luchar contra el terrorismo no es bombardeando a la población civil del territorio donde se esconden los terroristas.
A pesar de todo ello, hay muchas voces que defienden las acciones de Israel, porque da la sensación que, debido a la persecución de la que han sido objeto los judíos a lo largo de la historia, parece que tuvieran un aval para hacer lo que les dé la gana. Sin embargo, aquello no es justificación a todas las atrocidades que, desde su fundación, lleva cometiendo el estado israelí con los palestinos.
Existe una especie de anestesia global por el genocidio a los judíos de tal manera que, si alguien se atreve a discutir sus actuaciones, inmediatamente es calificado de antisemita o anti judío. Como si una parte de los palestinos no fuesen también judíos.