La derecha española ha vuelto a dar una nueva muestra de su cerrazón mental al considerar que, el uso del gallego, el catalán y el euskera en el Congreso, es una cesión al independentismo, y la demostración de que el Gobierno se ha entregado a los enemigos de la nación. Sin duda, se trata de la mejor muestra de la equivocada idea que tiene de lo que es España.
Lo que ellos llaman concesión al independentismo, en realidad, es todo lo contrario. Se trata del reconocimiento de la diversidad y la riqueza cultural del país, algo que ya se tendría que haber hecho desde que arrancó la Transición. Hubiese sido la mejor forma de admitir las diferentes sensibilidades que tenemos, para tratar de aunar el país en torno a un proyecto común llamado, Estado español.
Sinceramente, creo que somos los españoles que vivimos en otros territorios, los que deberíamos de agradecer que, gracias a las fuerzas nacionalistas periféricas, en la sede de la soberanía nacional se puedan hablar todas las lenguas oficiales que conforman la cultura estatal. Solo los que han nacido fuera de Madrid pueden entender qué significa esto. Y si se trata únicamente de un gesto, pues bienvenido sea, porque los gestos también sirven para avanzar y para unir.
El gran error de concepto que comete la derecha es pensar que España empieza y acaba en Madrid. Esa idea de considerar que la capital es el centro de todo lo que ocurre en España y que sus costumbres, su idiosincrasia y su visión del país, es la misma que tenemos todos los demás, es un error de enormes dimensiones. Por fortuna, España es mucho más que la capital.
En efecto, hay mucha más España, donde la cultura es diferente, las costumbres son diversas y la riqueza idiomática un hecho. La pluralidad cultural de España es uno de nuestros mejores patrimonios, pero la derecha está empeñada en cargársela para imponer su modelo de nacionalismo españolista, si cabe, el más radical de todos, y que ya demostró en el pasado lo peligroso que puede llegar a ser. El modelo de la derecha, consiste en mantener costumbres arcaicas como la tauromaquia, por delante de impulsar y fomentar el uso de todos los idiomas oficiales que tenemos.
Que en el Congreso se pueda hablar en todos los idiomas oficiales, debería ser un derecho desde hace tiempo, y un motivo de orgullo para todos. Es más, debería ser opcional poder utilizarlos en las regiones dónde no se hablan. ¿Qué hay de malo en que todos los españoles nos entendamos en todas las lenguas del país? Si de verdad la derecha se preocupase por España, tratarían de salvar y mantener vivas todas las lenguas en vez de machacarlas y tratar de silenciarlas.
Hasta que la derecha española no avance, se desligue definitivamente del fascismo, y entienda que la diversidad es lo que nos enriquece como sociedad, lo que más nos puede unir y lo que nos hace crecer como personas, seguiremos teniendo un enorme lastre que resta en vez de sumar. De hecho, lo peor de España es, la obtusa, retrógrada y carca derecha que tenemos.