Si queda alguien que aún no haya visto la película de Alejandro Marín, “Te estoy amando locamente”, que se apresure a hacerlo cuanto antes. Es fantástica, una auténtica lección de lo que ha sido España, y de lo que muchos quieren que siga siendo.
Alguien, con mucho criterio y que trabaja con adolescentes, me sugirió que su proyección debería ser obligatoria, al menos, en todos los centros educativos de secundaria del país, para que la gente joven sepa de dónde venimos y todo lo que queda por andar. Tiene toda la razón.
Que tomen nota los dirigentes de izquierdas, porque medio país está gobernado por la derecha y la ultraderecha, y estos, además de no mostrar ningún interés por la cultura, desprecian este tipo de temas, los silencian y, si pudieran, los eliminarían incluso de las taquillas de los cines.
Es cierto que hemos realizado un camino importante, que la sociedad está cambiando, pero algunas veces tengo la sensación que el cambio se está produciendo más por la inercia del mundo que nos rodea, que por la propia iniciativa interna. La derecha española es un freno constante a cualquier tipo de avance social, muy condicionada por la parte más retrógrada que todavía resiste y que condiciona enormemente sus políticas.
A fin de cuentas, venimos de dónde venimos. De cuarenta años de dictadura y de una transición complicada, a pesar de que nos la vendieron como modélica. En la educación, deberían estar latentes de forma permanente, los valores del respeto y la igualdad. Sin embargo, la ignorancia de un país en blanco y negro, con la Iglesia por bandera, una gran represión, hambrienta de justicia y un miedo feroz al opresor, hicieron que, durante tantos años, calase todo lo contrario. Y así continúan muchos, deseando implantar una sociedad estancada y anclada en aquellos años oscuros.
Que en pleno siglo XXI haya gente misógina, machista y homófoba, debería de ser una rareza. Pero no lo es. Las mujeres siguen siendo asesinadas por el mero hecho de serlo, pero todavía hay quien niega que eso sea machismo. La liberad sexual y los derechos de los homosexuales que, no olvidemos, hasta hace prácticamente cuatro días era un delito, continúan siendo puestos en tela de juicio por mucha gente. Por tanto, ¿qué esperamos?
Por eso, cuando salen casos de abusos de poder y acciones machistas como el de Rubiales, muchas voces siguen poniendo paños calientes, y otras, como Ayuso, se permiten el lujo de decir que todo es “un embrollo entre socialistas, que han querido tapar con un beso”. Con este tipo de afirmaciones, negando la realidad y blanqueando la violencia machista, lo único que se consigue es dar alas a los machistas. No nos engañemos, las cosas están cambiando, pero no han cambiado todavía.