Es muy respetable que Ábalos quiera preservar su dignidad, pero los sillones del Congreso de los Diputados, no están para eso. De grave y triste se puede considerar su intervención para anunciar que se pasaba al grupo mixto.
En su comparecencia, lejos de lograr lo que pretendía, lo que hizo fue dañar su dignidad porque, si realmente quisiera protegerla, lo que tenía que haber hecho era presentar su dimisión en el mismo momento en que detuvieron a su colaborador, todo lo demás, en política, no vale.
Es cierto que el ex ministro no está siendo investigado por nada, ni siquiera se le imputa algún delito en la trama en la que fue detenido Koldo García. Pero la cosa no va de que estuviese al corriente de las tropelías del asesor, incluso podemos imaginar que no tuviese ni idea de lo que hacía. De lo que va esto, es de que era plenamente consciente de que tenía a una persona en su entorno que estaba dónde no le correspondía.
El error de Ábalos es equivocarse gravemente al nombrarlo, y permitirle estar donde no debía, haciendo negocios para enriquecerse sin controlar absolutamente nada de lo que hacía. Fue él, como ministro, quien lo puso al frente de cargos de relevancia en Renfe y Puertos del Estado, y eso, en sí mismo, es una responsabilidad grave que no tiene nada que ver con la corrupción que vino detrás.
Por tanto, en el mismo momento que este señor es detenido, sin necesidad de intervención de nadie del partido, el propio Ábalos tenía que haber dejado su puesto, reconociendo el error de su nombramiento, y disculpándose por ello. Eso se llama error de juicio, y es lo que se le reprocha y por lo que tenía que haber dejado el acta de diputado.
Si después, la justicia lo investiga porque cree que hay algún indicio de responsabilidad por su parte, ya será cosa de la justicia, pero las responsabilidades políticas, que nada tienen que ver con las judiciales, se depuran dimitiendo de los cargos públicos y poniéndose a disposición de la justicia para lo que sea menester. Sobre todo, cuando uno está tan seguro de ser inocente.
En definitiva, el error de juicio de Ábalos está probado y demostrado en el momento de la detención de su colaborador, y no necesita ningún tipo de instrucción judicial. Con su decisión de no dimitir y quedarse atrincherado en el grupo mixto, apelando a esa llamada a la dignidad, lo único que logra es dañarla mucho más. La dignidad de un político se defiende asumiendo la responsabilidad de dejar el cargo voluntariamente, no llorando en las televisiones.