Cualquier joven que visite la exposición al aire libre sobre los veinticinco años de la Asociación de comerciantes de la Zona Monumental de Pontevedra, podría entender que nuestro Casco Histórico es un invento de los actuales gobernantes, debido a los mensajes que allí se exhiben.
La idea conductora de la muestra, dejando a un lado el benemérito esfuerzo de los empresarios por dinamizar comercialmente ese entorno, es que antes de que llegara al poder el actual partido de gobierno, esa zona estaba muy degradada, sin apenas servicios, tomadas las calles por los drogadictos -frivolizando incluso sobre este drama humano, como si la zona antigua no fuera una víctima más de ese fenómeno de hace un cuarto de siglo- Y aún más denigrante para los promotores de la exposición era ver incluso las calles tomadas por automóviles, cosa que cambió radicalmente con el bando de peatonalización de 1999, como si antiguamente estuviera prohibida la circulación de carros, carretas y diligencias por las viejas rúas.
La muestra organizada por el Concello es brillante por su falta de autocrítica y por su nula amplitud de miras. Vamos a ver. Lo primero que tendrían que reconocer, es el fracaso de las Administraciones gestoras de esta zona, incluidos los tres lustros de gobiernos coaligados, porque la población ha huido de este lugar como si hubiera irrumpido la peste. Cualquiera que coja un censo de 1985 y lo compare con el actual padrón enseguida comprobará, que el barrio antiguo ha dejado de ser una potencia demográfica para convertirse en un arrabal residual, tendencia que no ha variado, antes al contrario, en los últimos tiempos a pesar de las toneladas de euros invertidas. Y de que todas las políticas iban dirigidas a fijar y aumentar el número de vecinosAlgo se estará haciendo mal en este orden. Digo yo.
Como también es injusta la exposición al transmitir que hoy, gracias a visión mesiánica de los actuales gobernantes, nunca hubo tanta vida y dinamismo en la zona monumental. Nada más falso. Aquí enseguida hemos perdido la memoria histórica de la ciudad en poco más de un cuarto de siglo.
Porque, ¿quién se acuerda de firmas comerciales de referencia como Almacenes Olmedo, o las ferreteras de Afar y Varela? ¿Qué establecimiento suplió la calidad de los Ultramarinos Beledo en los Soportales? ¿Por qué desapareció la vida comercial de la calle Real, la calle Sierra o Arzobispo Malvar? ¿Qué joven sabe donde estaba situado los almacenes de Frutas Domínguez instalación hoy impensable debido a las restricciones de tráfico? ¿Quién nos iba a decir que iban a desaparecer las vendedoras de verdura de la plaza de ese nombre? ¿Es que nadie se acuerda de las paradas de autobuses en la plaza de España, ni de las ferias en la plaza del Teucro? Es que hasta las tiendas de Adolfo Domínguez tuvieron que emigrar.
¿Y la librería Michelena que se asomaba a Curros Enriquez, las antigüedades de Moreira de gran prestigio, o la sombrerería de Alvarez? ¿Y el restaurante de Doña Antonia cuando en la exposición se critica a los antiguos hosteleros?
¿Quién iba a pensar hace dos décadas que la Plaza de Abastos ya no iba a ser la referencia comercial en la ciudad e iba a acumular un déficit de más de doscientos mil euros anuales? ¿Y que nuestro Parador iba a tener un ERE?
¿Y quién iba a pensar que desaparecerían las oficinas bancarias de la zona, las galerías de arte, la Cruz Roja, la Policía Local, la Cámara Agraria o el buque insignia administrativo como fue hasta hace pocas fechas, la Delegación de Hacienda? ¿Quién se acuerda de que en el solar del actual Museo acogió a varias facultades universitarias? ¿Y del sobresfuerzo en la época de Rivas para recuperar el Teatro Principal y el edificio de Liceo Casino desaparecido tras un voraz incendio?
¿Quién sabe que el pavimento de la Herrería lo ejecutó una benemérita Escuela Taller cuando hoy se ponen piedras aserradas industrialmente? ¿Es que tampoco se acuerda nadie de donde nació Televisión de Pontevedra?
¿Quién nos iba a decir que iba a desaparecer el popular y decimonónico Campillo de Santa María, que iban a plantar cipreses frente al Teatro Principal, que iban a hacer´y deshacer un foso para observar los cimientos de la muralla frente a la plaza?
¿Quién nos diría que iban a suprimir las farolas fernandinas y las de forja, los naranjos de la calle de dicho nombre y las catalpas y bancos de la plaza de la Verdura?
¿Por qué se engañó a la ciudadanía cuando a Europa se le dijo que en Mugartégui se iba a hacer un museo etnográfico y el edificio de las Campanas el centro sociocultural que demandaba la zona? ¿Por qué se fracasó en la construcción y gestión del CITA que iba a sembrar de turistas toda la zona vieja?
Caramba es que enseguida nos hemos olvidado de que en los felices ochenta y noventa en el Sanatorio de Santa María nacían niños y hoy es una residencia geriátrica, como va camino de serlo los almacenes de Rodiño.
Pues si queridos jóvenes, existió y puede existir una Zona Monumental diferente y mejor de la que nos venden.