La inesperada virtud de la ignorancia (o Birdman)

06 de febreiro 2015
Actualizado: 18 de xuño 2024

Una crítica a Hollywood y una crítica al ser humano, sátira negra de una sociedad marcada por la fama y la necesidad de reconocimiento público como única forma de éxito. Demostración de que el máximo enemigo de cualquiera es uno mismo. Crítica y autocrítica al sistema cinematográfico, teatral y artístico. Una película que precisa digerirse con reflexión. Todo eso y algo más es Birdman.

¿Qué mejor forma de criticar una industria y un sistema que a través de esa industria y de ese sistema? El protagonista es un hombre marcado por un papel de súper héroe en el que ha quedado inevitablemente encasillado por su público, papel representado por Michael Keaton a la perfección y con un guiño a su propia realidad que se hace insalvable a pesar de que él mismo lo niegue. Un papel, el de Edward Norton marcado por una genial actuación pero un despotismo inaguantable que hace que sea imposible para su director manejarlo (cuando tantas veces hemos leído sobre ese comportamiento del propio actor). Autocrítica desde dentro al poco respeto a uno mismo que tienen algunos actores, a la fama y a la popularidad, a la necesidad de reconocimiento ajeno, a lo comercial como opuesto a la calidad, al sistema⿦

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Rigan Thompson es un personaje complicado, protagonista de la película y antagonista de sí mismo, demuestra ser su propio enemigo dando rienda suelta a esa voz interior machacona que autocritica de forma destructiva con toda la negatividad y maldad posible. Complicándose a sí mismo la existencia y llegando a volverse loco por querer ser reconocido por su trabajo. No quiere fama que ya posee, si no prestigio.  

"La popularidad es la cuñadita guarra del prestigio." (Frase de la película).

Michael Keaton hace un papel impresionante siendo una verdadera estrella de la película al representar a la perfección un personaje que evoluciona hasta su autodestrucción. Pero no sólo él brilla, también lo hace Edward Norton (gran actor siempre) y Emma Stone en el papel de la hija del protagonista. De ésta última destacaría el "momentazo" en el que padre e hija discuten y ella le grita unas cuantas verdades a la cara durante unas 15 líneas de texto y unos 60 segundos en las que mantiene el tipo, el plano y el ritmo, en una clase magistral de actuación.

"No estás haciendo esto por amor al arte, lo haces es porque quieres volver a sentirte relevante [⿦] porque como todos los demás te horroriza pensar que no lo eres y ¿sabes qué? Es cierto. No lo eres. Y da igual. No importa. No eres importante, ve acostumbrándote." (Frase de la película).

Dos horas de film grabadas como si fuese un único plano secuencia (falseado con ángulos muertos, cruces de personajes y otros sistemas muy logrados) en la que toda la acción está coreografiada a la perfección para que, en una realización interesante y diferente, lo único que mantenga el peso de la acción y del ritmo sean los personajes, sus actuaciones y los hechos que suceden dentro del plano. Una apuesta muy arriesgada ya que hoy en día el cine nos tiene acostumbrados a montajes exageradamente dinámicos con innumerables cambios de plano. Sin embargo, la realización cumple sus propósitos, el de enfatizar el agobio del protagonista y el dar tiempo a la reflexión y asimilación de lo que estamos viendo, los múltiples subtextos que posee el guion. Una película claustrofóbica que se sucede a ritmo de bombo y platillo, con una batería como único recurso sonoro. Desde luego una propuesta única para disfrutar en estas frías y lluviosas tardes de invierno.