Emulando a los sindicatos en sus años buenos, la derecha se dedica ahora a manifestarse en contra de todo, incluso de sí mismos. ¿A quién se le ocurre salir a la calle en contra de un hipotético candidato a la investidura, que ni siquiera tenía el encargo del Rey para intentar formar gobierno? Surrealista.
Quien sí tenía el encargo era Feijoo, pero necesitaba un baño de masas para no ir a la investidura a hacer el ridículo. Necesitaba ponerse la venda antes de la herida, aunque tuviera que rodearse del clan de la doble A, Aznar y Ayuso. A fin de cuentas, ellos y la ultraderecha mediática, le marcan el camino a seguir.
Lo que la realidad y las matemáticas demuestran, que con el PP solo pacta la extrema derecha, ellos lo consideran una confabulación para no dejarles gobernar. Solo ven una España, que está llena de gente que la quiere romper, de secesionistas, de separatistas, de etarras, de gente de mal vivir y pervertidos. Todos en su contra, porque solo ellos están en posesión de la verdad y son los únicos que defienden la unidad nacional.
El problema es que el PP se equivoca en su concepto de lo que es la nación española. No entiende que los que consideran enemigos de España, logran votos de españoles, que son tan legítimos como los suyos, que están en el Congreso con el mismo derecho que ellos y que, sus votantes, son tan españoles como los del PP. Además, en el legítimo uso de su libertad, apoyan a quienes les dan más confianza o, simplemente, atienden sus reivindicaciones. En eso consiste la política.
Por mucho que les pese, España ha dejado de ser una, grande y libre, para convertirse en multinacional, multirracial, multicultural y multi idiomática. En una palabra, ha salido a la luz la España plural que sus antecesores tuvieron ensombrecida y pisoteada durante tantos años.
Actúan como si añorasen la España en blanco y negro, la de la postguerra, la que pasaba hambre y la que humillaba a las minorías. Reniegan de la pluralidad y abrazan los eslóganes y postulados de la ultraderecha, apropiándose de todos los símbolos nacionales.
Se les llena la boca reivindicando la libertad, la igualdad y la dignidad, pero en la España de hoy, afortunadamente, esos derechos ya están más que consolidados. Siempre con las mismas mentiras de erigirse como los salvadores de la patria, cuando lo único que pretenden es maniatarla y convertirla en su coto privado, donde no cabe la diversidad que nos identifica.
Para el PP solo existe una España, la que habla castellano, va a misa y defiende la familia tradicional. Pero esa España ya no existe, y mientras no acepten que se hable de un modelo territorial en el que, diferentes, se pongan de acuerdo para compartir un modelo común, aunque con diferencias evidentes, seguiremos bajo la amenaza de la vuelta atrás.