No. Era un jabalí de verdad. Hembra. Empoderada y con poca confianza en el género humano. Habrá a quien le parezca una tontería pero a mí me pareció muy emocionante.
El caso es que yo había ido a las Xunqueiras de Alba, el punto más alejado del desfile hasta el que podía llegar caminando, porque mi perro tiene pánico a los ruidos fuertes. Vivimos en una calle que queda dentro del tramo ruidoso.
Llegamos caminando, desafiando a los elementos, que allá arriba entre nubes negras no pintaban nada bien. Pero nosotros, aunque no somos magos, no somos fáciles de disuadir cuando se nos mete algo entre ceja y ceja. Íbamos bien pertrechados para la lluvia en caso de que hiciese aparición.
Durante el camino que más o menos iba a durar una hora y media, hasta que la cabalgata superase la altura de nuestra casa, nos encontramos con otras personas que, con perro o sin él, iban también buscando tranquilidad.
En la misma dirección que llevábamos Chapito y yo coincidimos con otra señora que iba acompañada de un border collie y de una pareja sin perro. Nos saludamos y seguimos cada uno a lo nuestro, hasta que, en algún momento del camino vi como todos se paraban, la pareja, la señora y el border collie. Todos en el mismo punto y todos mirando en la misma dirección. Pensé que estarían observando un nido de pájaros o en el peor de los casos, de avispas. Pero al llegar a su altura vi que no estaban mirando ningún árbol y que algo se movía en la hierba. Me paré detrás del señor. Chapito se paró detrás del border collie. La dueña del perro nos informó de que había visto dos jabalíes. Asomé la cabeza hacia el prado y los vi también. Los jabalíes despistan mucho en tamaño foto. Son muchísimo más grandes. Y más altos y más fuertes. Son imponentes y aunque sé que no van a estar de acuerdo, muy bonitos. Yo estaba tan emocionada como los niños que estaban viendo la cabalgata al otro lado de la ciudad. Nunca los había visto tan de cerca. El macho era más grande y más oscuro que la hembra y tenía una cresta negra. Igualito a Pumba, el dibujo animado en carne y hueso. No nos hizo mucho caso y al vernos, decidió largarse, dejando a la hembra atrás, comportamiento que también se observa frecuentemente en humanos. Chapito y el border collie no empezaron a ladrar. Observaban todo sin pestañear, ni hacer ademán de ir a meter las narices donde no los llamaban. Chapito tenía los ojos abiertos como platos y las orejas totalmente desplegadas en punta, pero se le veía con mucha más presencia de ánimo que cuando oye un estruendo.
El border collie y su dueña, más bregados en estos encuentros, siguieron caminando tan campantes. El resto no nos poníamos de acuerdo sobre qué hacer. La señora y yo éramos partidarias de seguir también. El señor, tajantemente no.
La hembra salió de donde estaba y se nos acercó. Era un ejemplar precioso y con ganas evidentes de que nos fuésemos de allí. Miré a Chapito. Él seguía con la mirada clavada en la jabalina. Y ella clavó la suya en nosotros. Ya le habíamos sacado unas cuantas fotos de cuerpo entero con los móviles y ella no estaba por la labor de que consiguiésemos un primer plano. Lo más sensato era girar despacito y volvernos por donde habíamos venido. Así que con dolor de corazón, claudicamos ante el varón del grupo que encabezó la vuelta con muchísimo gusto. En ningún momento el animal hizo ademán de perseguirnos ni de atacarnos. Solo dejó claro sus límites. Chapito, se portó excepcionalmente bien para ser un perro de caza. El precedente no era muy halagüeño porque en una ocasión, siendo más joven, recorrió varias veces arriba y abajo el monte de Chancelas siguiendo el rastro de un conejito agotándome por completo y dándose a conocer entre todos los vecinos. Pero lo que acababa de ver en aquel prado de Alba, era bastante más imponente. Con lo que le ha costado sobrevivir, no es un perro que vaya por ahí arriesgando a lo loco. Deshicimos el camino francamente orgullosos el uno del otro.
La pareja que nos acompañaba también superó con éxito lo que ha podido ser una prueba más en su relación. Ella llamó enseguida a sus amigas para contárselo. Él no llamó a nadie y siguió caminando. Otro cuadro clásico.
La jabalina, una vez convencida de que no había más humanos indiscretos, decidió marcharse, asegurándose primero de que no teníamos intención de regresar. Fue a reunirse con su pareja, el doble de Pumba, que durante aquel tiempo no había mostrado el más mínimo signo de preocupación y trotaba feliz por el campo.
Después de este episodio investigué un poco, y parece ser que la época de reproducción del jabalí es de noviembre a enero y que el macho solo se acerca a la hembra durante esa época del año porque es un individuo bastante solitario.
Total, que lo que hicimos fue cortarles el rollo; de ahí la cara de ella porque él se había ido con la música a otra parte. La hembra del jabalí solo está en celo una vez al año. Así que fuimos muy, pero que muy inoportunos. Espero que ese macho de cresta negra haya sabido estar a la altura de una hembra tan valiente.
La creencia de que los jabalíes se echan a los perros, tal y como nos dijo un señor que encontramos después con un caniche, no se sostiene demasiado. Imagino que será al revés, si el perro está habituado a cazar y nadie lo detiene. Pumba y su amiga, si hubiesen querido hubiesen destrozado a los dos perros en un santiamén. Y a nosotros después. Así que no me parecieron las bestias sanguinarias que pintan. Es cierto que destrozan los cultivos, que salen corriendo detrás de algún ciclista que se cruza en su camino, más por la bicicleta que por el humano, y a la vista está que se acercan cada vez más a las ciudades y por consiguiente a las carreteras donde provocan accidentes, pero es porque tienen hambre. Les estamos dejando sin alimento, como a tantos otros animales y por eso abandonan los bosques. Otra cosita para hacernos mirar en el 2025: El abuso y el desinterés que tenemos por comunicarnos con los animales. Como si nosotros no lo fuésemos también. Los Magos me han traído una "experiencia en la Naturaleza" que está tan de moda, sin habérselo pedido siquiera. Sigo emocionada y agradecida. No así Chapito, que es menos entusiasta que yo, en términos generales. Si se acercan ustedes por las marismas de Alba, vayan preparados y procuren no molestar a la jabalina, que ya lo he hecho yo en representación del género humano.
A ver si los Reyes consiguen traernos el sentido común que nos hace falta para no llegar a extinguirnos como especie ni provocar la extinción del resto. No se lo pongamos tan fácil a la Inteligencia Artificial.
Que los Reyes nos ayuden también a desarrollar la empatía y la compasión, cualidades que los robots no han adquirido de momento.
Espero que hayan disfrutado de la cabalgata a pesar de la amenaza de lluvia y que no utilizasen los paraguas para ponerlos del revés y coger más caramelos, que la Navidad es época de compartir.
Que nuestra parte buena gane siempre. Que no se acabe la magia.