Hace un par de semanas en esta misma columna escribía que la derrota cosechada ante el Racing de Santander lejos de provocar un excesivo desánimo en el equipo debía reafirmar la buena línea que el Pontevedra estaba llevando en casa. Se había competido de igual a igual y si el encuentro hubiese terminado con empate en el marcador o incluso victoria mínima de los nuestros a nadie le habría extrañado.
La lectura de ayer por desgracia no puede ni debe ser la misma. El Pontevedra CF fue humillado sin contemplaciones por el filial del Celta que acabó con el partido en menos de cuarenta y cinco minutos logrando un resultado histórico y sonrojante para un Pontevedra que no estuvo a la altura más que en el tramo de juego anterior al 0-1.
Lo fácil y lo cómodo sería escribir que no pasa nada. Que seguimos cuartos. Que además de Barco faltaban Añón y sobre todo Presa… Pero siendo eso cierto lo es todavía más el hecho de que ni este Pontevedra ni ninguna otra versión granate debe permitirse el lujo de ser goleado en Pasarón por el filial del Celta y si lo es desde luego no puede librarse de un rapapolvo de dimensiones gigantescas.
Ni Borja Iglesias (tan buen jugador como proclive a protagonizar provocaciones fuera de lugar) ni Hicham ni la presencia de cualquier otro gran jugador celeste justifica el partido realizado ayer por los nuestros y esa cruel goleada fabricada en la primera mitad del encuentro. No se trata de señalar jugadores ni acusar a los mismos de no entregarse pues eso no resulta acorde con la realidad. Los catorce jugadores que salieron al césped lo intentaron, corrieron y no escatimaron esfuerzos pero eso no es óbice para afirmar que sufrieron una dolorosa humillación que al menos el que esto escribe no esperaba dada la excepcional imagen que esta temporada se estaba ofreciendo como local.
Empezarán a oírse voces que afirmen que el Celta B es el Barcelona de Guardiola y que algunos jugadores de su plantilla deberían estar en Primera División. Serán las mismas voces que argumenten que ya lo decían ellos y que el Pontevedra se diluirá como un azucarillo en lo que resta de segunda vuelta para "acostarse" en la mitad de la tabla. Serán en definitiva esas voces que entiendan como normal "el pintado de cara" injustificable que nos propinó ayer el Celta B que es un extraordinario equipo de fútbol, sí. Un extraordinario equipo de fútbol de Segunda División B.
Pero lo cierto es que los vigueses al margen de la gran actuación de su ariete que se impuso en todo momento a Portela, encontró una autopista de lujo durante toda la primera parte por la banda derecha defensiva del Pontevedra en la que Loureiro no encontraba las ayudas necesarias para taponar una hemorragia provocada por el rival, que acabó por anegar de sangre todo el sistema defensivo pontevedrés hasta destrozarlo sin contemplaciones y sin darle posibilidad de respuesta.
De nada valía ya que tras el descanso se pasara a jugar con tres centrales ni que Alex González (el mejor granate ayer de largo) pudiera marcar nada más salir del vestuario en una buena ocasión. El Celta B controló, perdió tiempo, tocó y gozó de tres o cuatro ocasiones más de gol que por fortuna no se materializaron y no hicieron el resultado todavía más penoso.
Al contrario de esas voces a las que aludía anteriormente, la mía va a seguir con el mismo discurso. El Pontevedra a pesar de contar con menos medios económicos que bastantes rivales del grupo tiene entidad y empaque suficiente para aguantar el cuarto puesto o luchar por el hasta el final de la competición. Y precisamente porque creo en este equipo; precisamente porque lo que he visto hasta el día de ayer sobre el césped no es fruto de la casualidad sino del trabajo bien hecho es por lo que creo que en un partido de rivalidad especial (ya sé que me quedo solo en este aspecto y que ya nadie otorga ese carácter a un partido contra el filial céltico) no se puede hacer el partido lamentable que ayer se protagonizó en Pasarón.
Ni entiendo tampoco (sé que esto me va a costar críticas pero es lo que siento) la ovación procedente de todas las gradas del estadio con la que se despidió al equipo tras la humillación sufrida. Si después de caer 0-4 y gracias contra el Celta B esa es la despedida que merece el equipo es que los tiempos han cambiado definitivamente.
Eso sí, espero que después de la reacción del público en el día de ayer no se le ocurra a nadie desde dentro del club volver a "tirar de las orejas" a una afición que es capaz de aplaudir al Pontevedra CF después del espectáculo descorazonador ofrecido sobre el terreno de juego.
Ahora bien. Igual que no puede haber "medias tintas" tras ser aplastados dolorosamente por el equipo vigués; igual que hay que llamar a las cosas por su nombre y decir humillación cuando realmente ha existido esa humillación; es momento también de que el grupo no se venga abajo y recomponga la figura.
Nos han pegado fuerte y donde más duele pero como ya se ha dicho más arriba el cuarto puesto que todavía se ocupa es fruto de ese trabajo colectivo que se ha venido realizando hasta este momento. Dicho trabajo no se puede echar por tierra con facilidad. Esos retazos de orgullo que nos han arrancado ayer deben ser rehechos sin demora en los próximos partidos.
Jirón a jirón el Pontevedra debe reconstruir dicho orgullo volviendo a ser ese equipo serio y fiable que tantas alegrías nos ha venido dando hasta hace dos días. Queda mucha tela por cortar y todavía de nosotros depende convertir una buena temporada en sobresaliente.