De poco han servido los actos que el Concello de Pontevedra le dedicó al célebre maestro de obras municipal Alejandro Sesmero, con ocasión del centenario de su fallecimiento. El justo homenaje al técnico que en el siglo XIX proyectó obras como la traída de aguas, el cementerio o nuestra Casa Consistorial, enseguida ha quedado desleído.
Parece que ya nadie se acuerda de las conferencias que relataban la importancia de la construcción de una nueva sede municipal para todos los pontevedreses. Hace pocos meses versados catedráticos hacían hincapié en lo novedoso que resultó para su época la ejecución de una Casa Consistorial, que por primera vez iba a tener su fachada principal orientada hacia la Alameda, el privilegiado ensanche natural de la ciudad. Se recordaba que aunque Sesmero se inspiró en modelos de hoteles privados parisinos, su mayor mérito consistiría en adaptar esa arquitectura residencial a unos nuevos usos institucionales.
Así fue que en la fachada principal, entre columnas acanaladas, entre capiteles con adornos estilo Luis XV, se diseñara todo un repertorio de símbolos parlantes labrados en la piedra, como son el escudo de España con el de Pontevedra, o la palma y el laurel, ramas que representan a la Victoria y la Paz. Y en el ático un simbólico reloj, quizás de los primeros artefactos públicos que hubo en la ciudad. Y todo para resaltar el protagonismo del gran balcón central, ejecutado en piedra frente al grácil trabajo de fundición de su modelo francés. Ese balcón como zona desde la que las autoridades podían salir a recitar discursos, recibir el homenaje de los ciudadanos, o colgar los reposteros en días de fiesta mayor.
Por eso no se entiende ahora la colocación de una pancarta ubicada en el balcón de todos, que versa además sobre un polémico asunto, ajeno en todo caso a las competencias municipales. Se rompe así un protocolo centenario de respeto y primacía de lo institucional sobre lo partidista.
El citado valor institucional y aun patrimonial del ayuntamiento de Pontevedra debería estar fuera de toda duda. Nuestra Casa Consistorial no es menos que los ayuntamientos históricos que se levantan en las plazas mayores de los municipios hispanoamericanos, de los "Hotel de Ville" franceses, de las Signorias italianas, de los hanseáticos de la Europa del norte
En fin, que nuestro palacio municipal decimonónico no debiera convertirse nunca en un anodino tablón de anuncios y el equipo de protocolo municipal debía de advertir a los políticos de estos abusos.