Desde el silencio nos llegan mensajes suaves, tímidos, sutiles, como alas de pájaro o besos de viento. Muchas veces el estruendo de los coches, la ciudad y los propios pensamientos nos impiden escuchar el silencio, como si fuera algo muy íntimo y nuestro que se encuentra agazapado entre miles de capas de latidos, ruido, relámpagos de dudas y rupturas del tiempo y los vínculos. Sí, el silencio siempre permanece, oculto entre arterias y linfa, bajo los párpados y sobre la piel, como una capa densa de ectoplasma que nos lleva a una dimensión desconocida, más allá del entendimiento de las palabras y las frases.
El silencio entre dos seres que se aman es una forma de comunicación casi ancestral, dulce e intensa, durante la cual se transmiten sensaciones, sentires, pálpitos. Es una suerte de código privado e intransferible donde se comparten deseos, sueños y claves a dúo, que ningún torbellino ni tormenta puede romper, quebrar o destruir. El silencio entre una madre y su hijo recién nacido viene teñido de ternura, de olor a sudor de infante y leche, de protección amante y de palabras intuidas en la lengua de los presentes.
El silencio se hace en una multitud cuando los espectadores contemplan una obra de teatro, una película, un concierto emocionante. En este caso el silencio es el mejor tributo y el mejor aplauso.
Tantas cosas nos dice el silencio con su transcurrir entre las copas de los árboles, recorriendo la foresta con suaves lágrimas sin sal…es custodio de ríos y fuentes, de bestias y de pastores, de crepúsculos y amaneceres.
Tantas veces nos empapa en las noches con sus gotas de poesía y sueño, para adormecernos la boca y la conciencia, y que podamos gozar de descanso…tantas otras es testigo de luchas, de contiendas, injusticias, cópulas, nacimientos, muertes, celebraciones, ocasos…
No hay nada tan difícil de guardar y atesorar como el silencio, no hay nada tan sagrado y frágil, se puede romper con la caída de una pluma, con un suspiro, con un beso.
No existe, en suma, realidad tan pura y tan nuestra como la que corona el silencio cuando nos gobierna, cuando nos inunda, cuando nos hace partícipes de nuestra realidad más honda, más secreta y sentida. El silencio esconde la magia que tenemos oculta en nuestro ser, la más especial y más dulce, aquella que escribe las letras con fuego y sangre en nuestro espíritu.